PONCE. Son poco más de las 9:00 de la mañana y un grupo de voluntarios empieza su jornada como parte del ejercicio de Conteo de Personas Sin Hogar que se lleva a cabo en Puerto Rico cada dos años por disposición del gobierno federal, a fin de tener una radiografía que visibilice y ayude a erradicar el complejo problema de sinhogarismo que hay en la isla.

Pero, lo menos que imaginan en uno de los equipos de trabajo establecidos en Ponce y que se dirige a la ruta cercana al residencial Arístides Chavier, es que descubrirán lo que parece ser un proceso migratorio interno de unas 20 personas que viven en condición crónica de calle -con todo lo que eso implica- y que han llegado desde Peñuelas a la Perla del Sur en los últimos tres años.

Así empieza esta insólita historia en la que hay muchas preguntas -con pocas respuestas- e innumerables contrariedades sociales que se retratan en un mismo escenario: la periferia de una farmacia abandonada que ha sido ocupada por un grupo de hombres y mujeres que se trasladaron 11 millas por carretera en medio de la pandemia del COVID-19 y tiempo después de ocurrido el terremoto de magnitud 6.4 que afectó severamente a la parte sur de la isla el 7 de enero de 2020.

Algunos están dentro de la estructura que cerró sus puertas hace casi cuatro años y a la que tienen acceso por lo que parecía ser el almacén del negocio. Otros se ubican en el estacionamiento y se resguardan en campamentos hechos de escombros. Y hay un grupo -los que han tenido situaciones de “falta de disciplina”- que se guarecen como pueden en aceras circundantes o entre arbustos a los que les colocan cartones y otros materiales que se podrían caer con el soplo de un viento. Aquella mañana se vieron, al menos, cuatro mujeres relativamente jóvenes.

Algunos están dentro de la estructura que cerró sus puertas hace casi cuatro años, otros se ubican en el estacionamiento y unos cuantos se guarecen como pueden en aceras circundantes o entre arbustos.
Algunos están dentro de la estructura que cerró sus puertas hace casi cuatro años, otros se ubican en el estacionamiento y unos cuantos se guarecen como pueden en aceras circundantes o entre arbustos. (Vanessa Serra Díaz)

Pero ¿quiénes son realmente estos seres humanos que han encontrado refugio en lo que queda de una farmacia abandonada? ¿Qué los llevó a dejar sus entornos en Peñuelas y buscar una nueva vida en Ponce? ¿Es este un proceso de desplazamiento forzado o una elección desesperada por la supervivencia?

Son preguntas que rondan en la mente de algunos de los voluntarios que se acercan a la improvisada comunidad, que solo se hace visible durante el ejercicio del Conteo de Personas Sin Hogar, una encuesta que busca documentar las adversidades en un mundo que tantas veces se niega a ver su humanidad.

“Casi todos somos de Peñuelas”

“Buenos días, ¿comieron algo, muchachos?”, pregunta Dayro, uno de los líderes del grupo que trabaja con la Coalición de Coaliciones, una organización sin fines de lucro que desde el 2003 sirve como agencia facilitadora de proyectos de vivienda y servicios para personas sin hogar.

Dayro, un hombre notablemente empático, visita hace unos meses la zona donde están los peñolanos como parte de los esfuerzos de alcance comunitario que realiza Coalición en Ponce y otras decenas de municipios.

Además de alimentos, Dayro les provee jeringuillas nuevas y Narcan, un antídoto que salva vidas en caso de una sobredosis con fentanilo. Asimismo, les pregunta si necesitan que les ayude a tramitar algún documento de los requeridos para solicitar servicios gubernamentales.

Entre los anhelos de Daniel Feliciano está salir de la adicción, por lo que aceptó entrar a un programa de detox.
Entre los anhelos de Daniel Feliciano está salir de la adicción, por lo que aceptó entrar a un programa de detox. (Vanessa Serra Díaz)

Mientras reparte juguitos y unos sándwiches a los “muchachos”, les adelanta que esa mañana le acompañan un grupo de personas que quisieran hacerle un par de preguntas que pueden contestar voluntariamente y bajo la promesa de que se hará bajo un margen de confidencialidad.

“No hay problema, aceptamos”, dice el más espigado del grupo, quien posteriormente, acepta también hablar con Primera Hora y se presenta como Daniel.

Fue en esas entrevistas iniciales en las que, entre muchas cosas, se indaga sobre el lugar de procedencia de los encuestados, que se descubrió lo que, hasta el momento, parece ser un fenómeno casi increíble en Puerto Rico: entre 16 a 20 personas, casi todas con una condición crónica de salud mental a causa de sus adicciones, han llegado a Ponce desde Peñuelas y pernoctan todos en un mismo espacio que no cumple con los criterios de habitabilidad humana comúnmente aceptados.

“Sí, misi, aquí casi todos somos de Peñuelas”, asevera a este diario Daniel, quien llegó al lugar tiempo después de que lo hiciera su hermano David. Al dúo se les conoce como “los gemelos”, aunque se llevan un año de diferencia.

Daniel narra que sus vidas se trastocaron tras la muerte de su madre y el impacto de los terremotos de 2020, pues alega que la casa en la que vivían sufrió daños con los sismos.

Quedaron en ayudarnos con la casa, pero no completamos los pasos porque caímos en este problema de uso de sustancias... y un día mi hermano se vino para acá. Yo estuve visitándolo por meses hasta que me quedé”, cuenta quien con el tiempo encontró el amor en Rosaura, otra peñolana y exmilitar refugiada en la caseta hecha con cosas que otros desecharon.

Daniel no recuerda con precisión cuando llegó al área de la farmacia abandonada, pero asegura que fue en época de pandemia y ya había algunos de sus compueblanos en la zona. Puntualiza que con el tiempo se refugiaron otros residentes del pueblo, quienes son acogidos siempre y cuando cumplan con las normas de “la comunidad”, en la que un gallo y un par de perros, entre ellos uno al que llaman “musculoso”, sirven de mascotas.

Acho, misi, pero yo quisiera cambiar... irme a un detox para salir del vicio”, dice Daniel en su pedido de auxilio. Su hermano David, aun pone en duda su fuerza de voluntad para tratar de dejar la adicción, pero bien en el fondo sabe que debe hacerlo. “Es que esto no es tan fácil”, comenta.

Datos de resultados del pasado Conteo de Personas Sin Hogar resaltan que el 54.7% de la población que está en la calle sin un techo seguro consume alcohol o drogas y 29.3% tiene una condición de salud mental o emocional como, por ejemplo, depresión o esquizofrenia.
Datos de resultados del pasado Conteo de Personas Sin Hogar resaltan que el 54.7% de la población que está en la calle sin un techo seguro consume alcohol o drogas y 29.3% tiene una condición de salud mental o emocional como, por ejemplo, depresión o esquizofrenia. (Vanessa Serra Díaz)

En la misma caseta, dividida por un par de sábanas colgadas, pernoctan también don Ricardo, y su hijo del mismo nombre. El señor, de 59 años, es el único en el lugar que no consume drogas.

“Yo llegué aquí porque me quedé sin casa debido a unos problemas familiares. Y hace poco llegó sorpresivamente mi hijo que estaba en la cárcel. Como no tenía para dónde coger, pues vino para acá. Pero el hijo mío sí está en vicios”, expresa con una pena que lo sobrecoge porque el muchacho, quien tiene 27 años, salió “limpio” de prisión y con ganas de reinsertarse en sociedad. En cambio, su historial delictivo -aun cuando cumplió condena- lo sigue castigando e impidió que consiguiera empleo. Y por recién haber salido de la cárcel, tampoco cualifica para solicitar vivienda pública, pues la política de admisión y ocupación continua (ACOP) de la administración incluye entre sus “criterios de escrutinio de admisiones” descalificar a algunos convictos de delito criminal. Así las cosas, el joven llegó al límite de la vulnerabilidad y cayó en las garras de las drogas, un monstruo que lo ataca desde la adolescencia.

Unos metros más adelante, dentro del establecimiento abandonado, hay otros cuatro hombres. Todos son jóvenes. El que parece ser el líder y quien controla las entradas y salidas al edificio, explica que llegó de Peñuelas hace un año huyendo “de la muerte”. “Le voy a decir la verdad: en Peñuelas se está vendiendo mucha droga con fentanilo y eso mató a un amigo mío... aquí la cosa es más tranquila”, sostiene quien prefiere hablar bajo anonimato.

Datos de resultados del pasado Conteo de Personas Sin Hogar resaltan que el 54.7% de la población que está en la calle sin un techo seguro consume alcohol o drogas y 29.3% tiene una condición de salud mental o emocional como, por ejemplo, depresión o esquizofrenia.

En otra esquina, una muchacha -que aparenta tener veintipico de años- camina apurada y no se le veía bien. Luego supimos que es una joven madre que llegó a Ponce hace unos meses y que frecuenta pedir dinero en los semáforos y debajo de un puente. En estos días se ha hecho viral en las redes sociales mediante un vídeo que hizo un barbero relatando su historia.

Y así se repiten estas tragedias humanas una a una en la comunidad de la farmacia abandonada en Ponce. Unos relatos tan parecidos y tan distantes a la vez. Pero todos con un desgarrador denominador común: peñolanos que necesitan con urgencia ayuda que les permitan ir sanando heridas físicas y emocionales, a la vez que se les abran puertas de un hogar cálido y seguro.

“No recuerdo un incidente de esta magnitud”

El anterior escenario dejó atónitos a todos en el equipo de trabajo encargado de la encuesta del sinhogarismo, incluyendo a Beatriz Grau, consultora en planificación estratégica en la Coordinadora Moriviví, la organización sin fines de lucro que capitaneó el ejercicio de Conteo de Personas Sin Hogar en los 54 municipios que pertenecen a lo que se conoce como el Continuum of Care Program (CoC-503) que abarca a toda la región sur, oeste, este y noreste del país, incluyendo las islas municipios.

Cabe señalar que también en enero se llevó a cabo el mismo proceso en los 24 municipios del área metro y norte que componen el CoC-502 que dirige Belinda Hill, conocida por la excelsa labor que realiza como directora ejecutiva de Sólo Por Hoy Inc, otro organismo comunitario dedicado a servir a poblaciones vulnerables.

La dinámica del conteo, efectuada en toda la isla gracias al esfuerzo de más de 600 voluntarios como Dayro, se hace cada dos años a fin de tener una idea más clara de cuántas personas hay en Puerto Rico sin hogar -albergadas y no albergadas-, y en cumplimiento con disposiciones del Departamento de Vivienda Federal (HUD) y la Ley McKinney-Vento, diseñada para asegurar los derechos y servicios a familias y personas de esta población.

Voluntarios y otros recursos de organizacines sin fines de lucro se acercan a esta comunidad sin techo.
Voluntarios y otros recursos de organizacines sin fines de lucro se acercan a esta comunidad sin techo. (Vanessa Serra Díaz)

Los últimos datos de la encuesta revelan que para el 2022 había en Puerto Rico unas 2,215 personas sin hogar no albergadas. De estos, el 12.4% presentaba una situación de deambulismo crónico. Mientras, el 46.5% mencionó el uso de drogas y alcohol como la razón por la cual están sin hogar. Entre otras razones también mencionaron problemas familiares (24.9%), problemas económicos (18.8%), problemas de salud mental (15.9%) y consecuencias de desastres naturales (7.5%).

Curiosamente, Ponce junto a Vieques, Caguas, Juana Díaz, Gurabo, San Sebastián y Arroyo aumentaron en ese entonces, el número de personas sin techo. Este año los resultados del ejercicio se darán a conocer en abril mediante un informe de Estudios Técnicos, Inc.

Aunque la Coordinadora Moriviví, donde trabaja Grau, no da servicios directos a la población sin techo seguro, sí se encarga de que el sistema que atiende a estas comunidades a través de los 54 municipios que componen la CoC-503 lo hagan de forma planificada, estratégica y en conexión con otros sistemas.

Precisamente, si alguien conoce de las dinámicas del sinhogarismo en la isla es Grau, quien explicó que las migraciones internas de gente sin techo seguro se dan a nivel local, pero generalmente en núcleos pequeños.

“Pero, ¿así?, ¿que fuera en grupo y que haya 20 personas de un mismo pueblo y todos viviendo en estas condiciones infrahumanas? No, definitivamente, no. Esto es bien raro. No recuerdo un incidente de esta magnitud”, recalcó.

“Sí sabemos que hay municipios que fomentan el desplazamiento y los recogen (a personas sin techo) y los mueven a otros lugares porque hay personal de hogares que nos lo han dicho. Pero, ¿un grupo tan grande? Yo, personalmente, no lo recuerdo. Esto que vimos es espantoso”, agregó.

Con Grau coincidió Josué Maysonet, director ejecutivo de La Fondita de Jesús, en San Juan, una organización en la que, casualmente, se percibe hace poco más de un año la llegada desde Estados Unidos de personas sin hogar que, aparentemente, son enviadas a Puerto Rico y abandonados a su suerte bajo la promesa de que en la isla conseguirán un techo seguro y alimentos.

“A nosotros lo que nos llega a la Fondita es este ‘boom’ de los extranjeros. Pero esto de municipio a municipio, por lo menos en San Juan, no lo hemos tenido. Sí se ha recibido una que otra persona que sea del oeste, del este... pero grupos grandes así y que formen comunas, eso no. Nunca”, sostuvo el líder de la Fondita, una organización que el año pasado ofreció 145,644 servicios a personas sin hogar o que viven en comunidades vulnerables a través de todo Puerto Rico, en su mayoría adultos mayores y familias con niños.

“Habría que hacer una investigación más a fondo para determinar qué pudo haber causado este fenómeno”, expuso Maysonet dejando la gran interrogante de esta conmovedora historia sobre el tintero.

De otra parte, comunicó que hay una preocupación latente, porque hay tendencia de ver “muchos participantes nuevos y en consumo de sustancias”.

“Pero, muchos, muchos. Esto fue algo que se dejó de ver en las calles y ahora, de momento, lo vemos otra vez. Aquí en Santurce, por ejemplo, puedes ver grupitos de dos o tres consumiendo en la esquina frente a todo el mundo. Y no necesariamente son personas sin hogar, pero se ve”, manifestó revelando otra dificultad social que urge atender desde diversos sectores.

¿Qué dice el alcalde de Peñuelas?

Totalmente en asombro reaccionó, por su parte, el alcalde de Peñuelas, Gregory Gonsález Souchet, cuando Primera Hora le preguntó si tenía conocimiento sobre el movimiento de personas sin hogar desde su municipio hacia Ponce.

¿El municipio tiene algo que ver en este traslado?, se le inquirió al alcalde del pueblo sureño conocido como el Valle de los Flamboyanes.

“Todo lo contrario. Si hay alguna persona con necesidad en su hogar tratamos de gestionarle ayudas. Por ejemplo, tenemos el caso de unos hermanos adictos a alcohol en el municipio que se les ha construida la vivienda en múltiples ocasiones, pero uno de ellos la quema. Aun así, seguimos ayudándolos. El único momento que podrías trasladarlos sería exclusivamente para llevarlos a los tratamientos que les corresponda de rehabilitación, pero todo el mundo regresa a Peñuelas eventualmente”, subrayó el alcalde distanciándose de cualquier proceso de desplazamiento.

Datos del Censo Decenal indican que la población de Peñuelas para el 2020 era de 20,399 habitantes un 23.6% menos que los que había hace dos décadas anteriores. El 20% de los peñolanos son del grupo demográfico de 65 años o más y el 52.1% vive bajo niveles de pobreza.

De otra parte, archivos periodísticos destacan que, tras los terremotos, más de 300 personas se fueron del pueblo. En cambio, no hay datos en el Censo sobre las personas sin hogar, pues no son parte del análisis demográfico del buró.

El jefe de ayuntamiento alega que el municipio participa de las actividades de Conteo de Personas Sin Hogar y sostuvo que su recuerdo más reciente es que había 10 personas en esta categoría en el pueblo, pero se trata de gente “viviendo en condiciones no óptimas”.

Beatriz Grau, consultora de Coordinadora Moriviví.
Beatriz Grau, consultora de Coordinadora Moriviví. (Vanessa Serra Díaz)

“Pero así, no albergados como los que mencionas, no. Por lo menos hasta aquel entonces. Ahora surge esta interrogante con estas personas y estamos en disposición de ayudar”, aseguró.

El plan del alcalde es enviar al equipo de la Oficina de Ayuda al Ciudadano a Ponce para indagar sobre las necesidades del grupo que pernocta en la periferia de la farmacia abandonada.

“Impartí instrucciones y en los próximos días deben estar movilizándose al lugar para validar quiénes son y de qué manera podemos asistirles”, añadió.

Explicó, por ejemplo, que en el municipio hay un programa de oportunidad de empleo para personas que tienen problemas de adicción y están registrados a algún programa de rehabilitación con el Departamento de Salud.

“Se les otorga un incentivo de $400 siempre y cuando cumplan con el tratamiento que les corresponde. Así que queremos ver de qué manera podemos beneficiar también a estas personas”, dijo Gonsález Souchet.

Encaminada la rehabilitación de Daniel

Semanas después de realizado el conteo en Ponce, Primera Hora se comunicó con Grau para saber los pormenores del ejercicio que, por reglamentación federal, se efectúa en un periodo de 24 horas.

“En términos generales, todo fluyó bien. Se completaron los formularios y se corroboró que no faltara nada. No tenemos número total, pero eso es algo que sabremos pronto y lo vamos a informar junto al otro CoC”, detalló.

Recordó que los resultados no son un censo, porque la particularidad de esta población, así como la constante inestabilidad de las personas sin hogar-moviéndose de un lugar a otro- hace difícil contabilizarlos, y mucho más cuando se trata de una dinámica de conteo de un solo día.

“También hay otros factores que pueden influenciar el resultado, incluyendo el clima. Además, es algo voluntario y dependemos de que la persona quiera brindarnos la información”, sostuvo al indicar que lo que sí se percibió durante el recorrido es que podría haber un aumento de personas “en condición de calle”, como es el caso de los peñolanos que cohabitan en las facilidades de lo que una vez fue una farmacia.

Según HUD, agencia que aporta $22 millones a Puerto Rico para impactar el sinhogarismo a través de una respuesta coordinada y multisectorial, los individuos o familias que carecen de un lugar fijo o adecuado para dormir (incluyendo los que viven en albergues temporeros pagados por organizaciones caritativas o programas federales o estatales) también son personas sin hogar, junto a quienes se encuentran en inminente riesgo de perder su residencia nocturna principal en los próximos 14 días. También son parte del grupo los que están huyendo o intentan huir de la violencia, pero tienen limitaciones para obtener una vivienda permanente.

En este renglón cae don José Barriera, un fotógrafo profesional que vive cerca de la playa, en Ponce, en lo que queda de una estructura en madera que fue abatida por el huracán María, en 2017, y que se niega abandonar, pues es el único recuerdo que tiene del lugar donde se crío con sus padres. En lo que define como su hogar, tampoco hay servicios de agua o luz. Los vecinos, le proveen alimentos y agua potable.

“A mí me dieron $7,000 de FEMA, pero apenas me dio para poner unas tablitas... es verdad que me ofrecieron irme a otro lugar, pero yo no me quiero ir porque, con lo que yo cojo de seguro social, no me va a dar para pagar en otro sitio agua, luz y todo eso. Además, esta es la casa de mis papás. Yo quiero quedarme aquí, estoy cómodo”, sostuvo el hombre al que se le orientó sobre sus posibilidades de ser reubicado en un hogar más digno.

Pero, ¿qué pasó con los peñolanos?, indagamos.

“Se está trabajando con la reubicación de algunas de estas personas, pero recordemos que este es un proceso voluntario. Al menos, uno de los hermanos, el que pidió ayuda, aceptó el detox”, explicó Grau.

“Este caso nos demuestra que tenemos personas en crisis dispuestos a recibir servicios, pero están desprovistos de estos. Definitivamente, hay que mirar el enfoque y ver qué se está haciendo. Ahora vamos a tener una reunión de todos los componentes, incluido al personal de la Administración de Servicios de Salud y Contra la Adicción (Assmca) para establecer un plan integrado en Ponce y brindarles servicios”, acotó.