Por segunda vez en 20 años, el Grupo Chrysler se ha fusionado con un fabricante de automóviles europeo, esta vez Fiat, en un intento de sobrevivir en el cada vez más competitivo sector del automóvil.

El 29 de enero, John Elkann, presidente de Fiat, anunció la esperada fusión y la formación del grupo Fiat Chrysler Automobiles (FCA) como el inicio de "un nuevo capítulo" de la historia de la compañía.

"FCA nos permite encarar el futuro con un renovado sentido de propósito y vigor", añadió Elkann.

La fusión de los dos fabricantes de automóviles es un éxito personal para el consejero delegado de Fiat y Chrysler, Sergio Marchionne, que hace menos de cinco años apostó por el fabricante estadounidense cuando éste estaba en suspensión de pagos y al borde de la desaparición.

"Hoy es uno de los días más importantes en mi carrera en Fiat y Chrysler. Hace cinco años empezamos a cultivar una visión que iba más allá de la cooperación industrial para incluir una integración cultural a todos los niveles", dijo el pasado miércoles el empresario italo-canadiense Marchionne.

Las palabras de Marchionne tienen especial sentido dado el pasado reciente del Grupo Chrysler.

En 1998, Chrysler, entonces el tercer fabricante de automóviles de Estados Unidos tras General Motors y Ford y el quinto del mundo, se fusionó con el gigante industrial alemán Daimler-Benz AG para formar DaimlerChrysler.

Entonces, la transacción fue calificada como una "fusión entre pares", aunque en realidad fue una adquisición en el que la empresa alemana pagó 38.000 millones de dólares estadounidenses por Chrysler, que terminó de forma dramática una década después.

En 2007, Daimler vendió Chrysler al fondo de inversiones Cerberus Capital Management por 7.400 millones de dólares como consecuencia de la presión de los accionistas de la empresa alemana, que vieron el valor de sus acciones desplomarse tras la creación de DaimlerChrysler.

Para los analistas, el fracaso de la unión entre las dos empresas fue cultural. Mientras que Daimler-Benz era "conservadora, eficiente y segura", Chrysler era "atrevida, diversa y creadora" según el autor Steven H. Appelbaum.

Desde que a mediados de 2009, Marchionne y Fiat llegaron a un acuerdo con el Gobierno estadounidense para gestionar el Grupo Chrysler, la única solución que evitó la desaparición del fabricante estadounidense, el empresario italo-canadiense se ha esforzado en sincronizar las culturas corporativas de las dos empresas.

Los resultados parecen avalar que Marchionne ha conseguido lo que la alemana Daimler-Benz no pudo materializar.

Bajo la batuta de Marchionne, el Grupo Chrysler devolvió en 2011, antes de plazo, los 7.600 millones de dólares que Estados Unidos y Canadá le habían prestado para reorganizarse y evitar la desaparición.

Las ventas del Grupo Chrysler no han parado de crecer en los últimos cinco años con una profunda renovación de sus productos e imagen. El miércoles, Marchionne anunció que el fabricante vendió 2,4 millones de vehículos en 2013, un 9 % más que en 2012, y ganó 1.600 millones de dólares.

Con estos resultados, no es de extrañar que el Gobierno estadounidense no pusiese ningún reparo en que Marchionne se haya llevado la sede de FCA a Holanda y su residencia fiscal a el Reino Unido por sus bajos impuestos.

Cuando el jueves el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, fue preguntado por el cambio de la sede, minimizó su significado y destacó que lo importante es que el sector automovilístico estadounidense es de nuevo rentable.

"Lo que hemos visto desde que se tomaron esas iniciativas (el rescate de Chrysler y General Motors en 2009) es la increíble recuperación del sector estadounidense del automóvil, un sector que ahora produce autos excelentes, más eficientes y, lo que es tan importante, está ampliando sus operaciones y fuerza laboral", dijo.

Mientras, los analistas, como Marchionne, reconocen que la fusión es realmente el intento de Fiat y Chrysler de acortar las distancias con los grandes del sector, Toyota, Volkswagen, General Motors y Ford.

Estos fabricantes están sacando partido económico a la utilización de las mismas arquitecturas de automóviles en todos los mercados del mundo, algo que Fiat y Chrysler acelerarán una vez confirmada su fusión.