Durante la infancia del automóvil, cuando éste todavía se asemejaba a las carretas y carruajes que pretendía sustituir, eran muy pocas las personas que podían tener uno. La razón: sus precios. Eran tan costosos, que eran considerados como simples juguetes para los ricos. Para que tengan una idea, en Estados Unidos, uno de los autos más económicos, un Oldsmobile, costaba $2,750, mientras que un trabajador promedio se ganaba unos $500 anuales.  A ese trabajador le era igualmente imposible comprar ese Oldsmobile como a un empleado de hoy en día que devengue el salario mínimo, comprar un auto de más de $45,000. Era como si el carro más barato en el mercado actual costara eso mismo: cuarenticinco mil billetes. 

Proveniente de una familia humilde, Henry Ford resentía ese hecho. Y aunque ya tenía su propia compañía de autos, era muy poco lo que podía hacer para ofrecer un carro que fuera bien barato. Los rudimentarios métodos de producción de esa época le impedían abaratar costos de manera tal que pudiera bajar sus precios significativamente. Su carro más barato, el Modelo K era unos 50 dólares más caro que el de Oldsmobile e igualmente inaccesible a las masas. 

Tumbando precios

Don Henry decidió entonces lanzar un carro que fuera bien económico que Juan Promedio pudiera costear. El resultado fue el Modelo N y costaba $600. Con un precio cuatro veces menor, quintuplicó el total de ventas que había alcanzado el Modelo K.  Durante su primer año (1906)  vendió 8,243 unidades. Después salieron los modelos  “R” y el “S”. Pero aún con estos buenos resultados, Henry Ford no estaba satisfecho. Según sus propias palabras, lo que deseaba era “un carro para las grandes multitudes”.

Un proyecto secreto

Ford le dio a sus ingenieros la tarea de crear ese carro, pero lo hizo en estricta secretividad. Así que se armó un pequeño e improvisado cubículo montado con paneles de madera en el segundo piso de su fábrica en la calle Piquette, esquina Beaubien, de Detroit (el lugar todavía existe). Y en aquel espacio diminuto, nació un gigante. Fue allí donde se creó el más grandioso coloso en la historia del automóvil: el Ford Modelo T, el carro que puso a un continente sobre ruedas.

Éxito instantáneo

Los ojos del mundo vieron por primera vez al Modelo T en la exhibición de autos de París en 1908. En Estados Unidos debutó el 31 de diciembre de ese mismo año. Para cuando los estadounidenses lo vieron por primera vez, el carro ya era una sensación. Un anuncio en la revista “Saturday Evening Post” en octubre generó mil pedidos tan sólo un día después de ser publicado. 


Todos los días caía sobre las oficinas de Ford una avalancha de pedidos hasta que varios meses después, la compañía le indicó a sus concesionarios que no aceptaran más órdenes. Las ventas de ese primer año fueron de 18,257 unidades, un aumento meteórico al compararlas con las del Modelo N. Pero eso era tan sólo la primera gota de agua de un arrollador torrente que vendría.

La clave del triunfo

Muchos acreditan el enorme éxito del Modelo T a su bajo precio. Fue más bien una combinación de precio y valor lo que marcó su triunfo. Comenzando en $825, no era el carro más barato del mercado, pero ofrecía  casi lo mismo que los que se vendían por más del doble.  Por ejemplo, los motores de otros carros con precios similares tenían solamente 10 caballos de fuerza.  El “T” producía 20, mientras que un Cadillac con el mismo caballaje se vendía en $2,000.

La línea de ensamblaje

Cuando la demanda por el Modelo T comenzó a eclipsar la oferta, Ford abrió nuevas fábricas. En esta ocasión se diseñaron los edificios alrededor de la maquinaria que produciría los carros, contrario a la práctica de la época en la que el equipo era adaptado a edificios ya existentes.

Con todo y las nuevas fábricas, el tiempo que tomaba construir cada carro era un factor determinante para que la producción igualara la demanda. Fue entonces que a don Henry se le ocurrió la línea de ensamblaje. Hasta ese momento, el modo tradicional de construir autos era comenzando con un lote de 50 e ir armándolos en un mismo lugar. Cuando se les ponían las ruedas era entonces que se pasaba a otra estación  para seguir añadiéndole piezas y completarlo. Con este método tomaba 12 horas construir cada Modelo T.

De lo contrario, la línea de ensamblaje llevaba el armazón del carro por distintas secciones de la fábrica y los empleados iban poniendo los componentes. Así, el carro seguía viajando por toda la planta mientras iba siendo armado poco a poco.


Una vez instalada la primera línea de ensamblaje, el tiempo se acortó drásticamente a cinco horas. Luego, al mejorarla, el tiempo bajó a tres horas y después a 93 minutos. Con estos adelantos, la producción estalló a 200,000 unidades anuales.

Más barato aún

La línea de ensamblaje no sólo le permitió a la compañía producir muchísimos más carros en menos tiempo, sino que trajo consigo grandes ahorros. Y estos ahorros fueron pasados a los clientes. El precio del Modelo T comenzó a bajar casi anualmente. De los $825 que costaba en su primer año, bajó a $490 en 1914, a $440 al año siguiente, $345 en el ‘16 y hasta $290 en 1926.

Las ventas del Modelo T fueron testimonio de que Henry Ford cumplió con su objetivo de ofrecer un auto para las grandes masas. Sus ventas se mantuvieron en los seis dígitos. Sólo disminuyeron durante la Primera Guerra Mundial, cuando la producción de Ford se tornó hacia equipo militar.

Una vez concluida “la guerra que terminaría con todas las guerras”, el Modelo T continuó saliendo de las fábricas como latas de salchichas durante aviso de huracán. En 1919 se vendieron más de 750,000 unidades, un millón y medio en 1921 y dos millones en 1923.

Le llega el fin

Finalmente, Ford cesó la producción del Modelo T en 1927 cuando las ventas comenzaron a disminuir ante modelos más innovadores, principalmente de Chevrolet. Desde el primer modelo producido en 1908 hasta el último, se vendieron 15,007,033.  Esto, sin contar otros cientos de miles de Modelos T que Ford produjo en otras partes del mundo.


Las astronómicas cifras de producción del humilde Modelo T lo convirtieron en el auto de mayor venta en la historia del automóvil. Tomó medio siglo para que fuera destronado y su título le fue arrebatado por otro gran ícono del automovilismo, el también humilde y venerable Volkswagen Beetle o “Volky”.


El Ford Modelo T es casi unánimemente catalogado por los historiadores como el automóvil de mayor influencia, no sólo de su época, sino de toda la historia. De hecho, al finalizar el Siglo 20, el Modelo T fue declarado como  “el carro del siglo”. Después de todo, éste fue el carro que estableció como un estándar de la industria la configuración de tracción trasera con motor delantero y guía en el lado izquierdo. Fue el carro que puso un continente sobre ruedas y otros lo llaman “el carro que cambió a una nación”.