Primero llegó el huracán Irma. Tras su paso, doce municipios fueron declarados zona de desastre y más de un millón de abonados se quedaron sin servicio de electricidad. Algunos lograron ver la luz uno o dos días antes de que otro ciclón, María, rematara a Puerto Rico dos semanas después.

Este temporal dejó en el suelo el 80 % de las líneas de distribución de la Autoridad de Energía Eléctrica, lo que redundó en el 100 % de los abonados sin este servicio, reportó Primera Hora.

En síntesis, desde hace dos meses la mayor parte de la población puertorriqueña está a oscuras, sin poder cocinar, ni tener Internet, ni ver televisión, ni usar otros enseres.

“Ante la falta de luz comenzamos a sentir inseguridad. Tenemos limitaciones para trabajar, no tenemos nevera ni estufa en el hogar. También podemos sentir desesperación, intranquilidad, ansiedad, y en el caso de las personas que necesitan equipos para sobrevivir, esto afecta tanto a la persona como a la familia”, explicó Jennifer Torres, directora de Enfermería del Hospital Panamericano.

Ángel Martínez, psiquiatra en el Hospital Panamericano, agregó que para muchas personas acostumbradas a tener ciertas comodidades –como por ejemplo, dormir con acondicionador de aire–, el no tenerlas ahora provoca frustración.

Además de sentir ansiedad por estas carencias, la oscuridad da paso al miedo. En el libro El miedo: reflexiones sobre su dimensión social y cultural, Jean Delumeau afirmó que el temor a la oscuridad se debe a la acumulación de peligros –como robos o violaciones– que la humanidad ha conocido a lo largo del tiempo.

El doctor Martínez coincidió con el escritor. Mencionó que ante la falta de luz, las personas sienten que es más fácil para ser víctimas de un crimen.

“También da miedo el tener que adaptarse a situaciones más difíciles, como tener que usar una planta, que es más costoso”, explicó el experto en salud mental.

Tanto Torres como el doctor Martínez manifestaron que estos síntomas pueden resultar en una crisis emocional.

Resiliencia ante la dificultad

Torres dejó claro que hay alternativas para manejar estos síntomas. Lo primero, mencionó, es aprender a trabajar con nuestra forma de pensar. Es decir, estar conscientes de que esto es algo pasajero.

“Tenemos que tener presente la palabra resiliencia, que es la capacidad que tiene un ser humano para enfrentarse a una realidad inusual y enfocarse en que vamos a salir de esta situación, en que la vamos a sobrellevar. Estamos pasando por un momento difícil, pero vamos a salir de él”, apuntó.

Una rutina nueva, clave para la recuperación

Normalmente, todos los individuos tenían una rutina: ir a trabajar, llegar a la casa, cenar y ver televisión. Salir de ella es lo que provoca que haya una inestabilidad emocional.

“Al no tener luz, debemos establecer otras prácticas que nos ayuden a estar ocupados en el tiempo libre”, aconsejó la directora de Enfermería.

Por esta razón, el siguiente paso es confiar en nuestras capacidades y utilizar la creatividad para establecer una nueva rutina. El doctor Martínez indicó que se debe crear una agenda donde se dividan las horas del día para realizar diferentes tipos de actividades.

“Una vez programas el tiempo con actividades que te distraen, cuando terminas, te vas a sentir más relajado”, aseguró Torres.

A estas recomendaciones, el doctor Martínez agregó mantenerse activo haciendo cualquier tipo de ejercicio o participar de actividades “que te mantengan con pensamientos positivos”.

En caso de que la persona sufra una disminución en su funcionamiento diario –como pérdida de apetito o de sueño– debe consultar con un profesional en salud mental.

“Ya han venido pacientes porque se les ha hecho difícil manejar esta situación y conseguir ayuda. Nosotros siempre buscamos alternativas y los pacientes encuentran un lugar donde podemos trabajar con sus emociones”, puntualizó el psiquiatra.