El cardiólogo Luis Molinary se considera un hombre satisfecho porque ha podido combinar, a sus 52 años, sus dos pasiones: su especialidad en Medicina y los deportes.

Pero su satisfacción tampoco es de quien se queda pasivo contemplando lo realizado, sino que quiere seguir sirviendo y aportando a su país. A fin de cuentas, quizás el servicio es su más grande pasión.

En el mundo deportivo, Molinary es reconocido por los fanáticos del equipo más querido de este país, el Equipo Nacional de baloncesto, como el médico principal del quinteto patrio. Ese puesto lo ha ocupado por los pasados 12 años, desde el torneo Premundial de FIBA Américas celebrado en Neuquén, Argentina, en 2001.

Por otro lado, lleva 19 años practicando la cardiología y se ha establecido como uno de los médicos más importantes en su campo.

“Fui presidente de la Sociedad Puertorriqueña de Cardiología por tres términos (seis años) y terminé en julio pasado. Ahora mismo soy presidente de la Sociedad Centroamericana y del Caribe de Cardiología, estoy de vicepresidente electo, desde octubre pasado, de la Sociedad Interamericana… Así que yo tengo todos esos sombreros. Y recientemente fui nombrado por el gobernador para la Junta de Directores del Centro Cardiovascular, lo que es un honor. Soy profesor ad honórem en la Escuela de Medicina”, explicó sobre las funciones que realiza de manera voluntaria.

Sobre sus diferentes “sombreros”, de los que solo cobra en su práctica privada, Primera Hora tuvo una amena conversación con el doctor Molinary.

¿Por qué escogió la cardiología?

“Yo quería ser pediatra. Pero mientras estaba en mi tercer año de Medicina, mi papá (Luis Molinary Cintrón) se enfermó del corazón y yo estaba haciendo la rotación por medicina interna. Entonces empecé a buscar información de la condición de mi papá, y tú te preocupas como médico, entonces lo que quieres es aprender de una condición de alguien que tú quieres, el viejo de uno, que es una de las cosas que uno más quiere en esta vida”.

Entonces, esas lecturas investigativas lo llevaron a enamorarse de la cardiología.

¿Cómo lleva esa responsabilidad social de salvar vidas y perder otras?

“La medicina es la carrera más espectacular y más brutal que un ser humano pueda tener –yo sé que los abogados, los contables, dirán que la de ellos está brutal–, pero yo diría que la mía tiene la satisfacción de que alguien nos diga ‘gracias, doctor’. Y ni siquiera tienen que darnos las gracias, uno simplemente con ver un paciente que mejora... No hay palabras para describir cuál es el feeling cuando tú salvas una vida”.

Por supuesto, la parte más difícil es anunciar la muerte de un paciente a los familiares.

“Tú creas a veces la coraza, creas la fortaleza, pero uno es humano. Y cuando son pacientes que llevan muchos años con uno, es como perder a un familiar. Tú sales y lloras con los familiares porque uno es humano y no puede aguantar. A veces sabes que los vas a perder, pero comoquiera duele”, explicó Molinary.

Pasión por el balón y el aro

Como la gran mayoría de los seguidores de los deportes, que esa pasión nace desde muy temprana edad, Molinary comenzó a ver baloncesto junto con su padre.

“Mi padre era periodista deportivo y cuando chiquito yo iba con él a los juegos. Me sentaba a ver los juegos con él, y cuando era un juego de Puerto Rico, me acuerdo que aquel señor, mi papá, se transformaba. Solamente de que el equipo entrara a la cancha, él estaba llorando, antes de empezar el juego. Esa era la reacción de él al ver el Equipo Nacional de Puerto Rico entrar a la cancha. Pero, ¿qué me iba a pasar a mí por la mente que yo iba a ser el médico del Equipo Nacional?”, narró en su oficina en Bayamón.

Molinary jugó baloncesto y béisbol en la escuela superior. Al entrar a la universidad, su intención era ser parte de los equipos universitarios. Sin embargo, las exigencias académicas para quien quería estudiar Medicina eran muchas como para pasar tiempo entrenando.

Aunque en ese momento decidió que ser médico era más importante, su relación con el baloncesto se convirtió en un sueño logrado cuando se unió al Equipo Nacional en 2001.

Sobre su primera experiencia oficial, tiene varias anécdotas, al igual que de cada uno de los viajes.

Molinary recuerda que mientras él estaba con el equipo en Argentina, su mejor amigo murió en Puerto Rico. El baloncesto esta vez fue una especie de medicina.

“Eso fue el peor dolor que tú te puedes imaginar cuando tu mejor amigo muere y tú no estás cerca de él ni de la familia. Y a pesar del dolor tan grande que yo tenía, lo único que podía reconfortar mi alma y mi espíritu era que estaba en mi primera experiencia como médico del Equipo Nacional. Era como una sensación mixta, de haber perdido a mi mejor amigo, pero a la misma vez tener esa emoción y esa alegría de ser el médico del Equipo Nacional”.

De esa primera experiencia, recuerda –y asegura que mucha gente lo recuerda también– que en el partido contra Brasil para pasar a la final contra Argentina se molestó con unas jugadas pitadas por el árbitro que le costaron el juego al quinteto patrio.

“Me acuerdo como ahora que el dirigente de Brasil fue y le dio la mano, al frente mío, al que cantó las dos jugadas… Yo estaba tan molesto con las jugadas de tres segundos y el running, que perdimos el juego, que brinqué la verja y empecé a discutir con el árbitro”, cuenta entre risas, pero asegura que con el tiempo no ha pasado por algo similar, que ha aprendido a controlarse y a controlar a los jugadores en el banco.

Ahora, sabe que el fanático no puede dominar al médico y miembro del equipo.

Desde entonces, Molinary es parte de la Selección y goza sus victorias y sufre sus derrotas como los propios jugadores y como los fanáticos más acérrimos. Además de su práctica en la Medicina, con la Selección, “como dice Julio Toro, tenemos una responsabilidad social” debido a las emociones que genera el quinteto patrio en el país.

¿Se considera un médico satisfecho?

“Si volviera a nacer, yo sería cardiólogo otra vez. Estoy más que satisfecho por lo que hago y por mis compañeros, porque también la cardiología no es una ciencia que yo no puedo practicar aquí solo. La Medicina es un continuo de cooperación entre los profesionales del campo, que si no colaboran entre sí y no se ayudan mutuamente, no se consigue nada por el paciente”.

¿Como en un equipo de baloncesto, que cada cual tiene su responsabilidad?

“Tienes el punto perfecto. Por eso es que a mí me encanta la dinámica de mi carrera en la Medicina y con el Equipo Nacional. Es un equipo de trabajo. Y el equipo de trabajo tiene que respetarse y tiene que trabajar junto porque si no hay respeto ni las ganas de trabajar en equipo, en la Medicina pierdes un paciente, en el baloncesto pierdes un torneo. Es básicamente idéntico”.

Y ha podido combinar esas dos pasiones.

“No hay forma de tú decir cómo tú en la vida puedes tener un premio tan brutal de que estás haciendo las dos cosas que más te apasionan. Entre varias, porque a mí me gusta ser voluntario. Quizás por eso yo tengo tantos sombreros, porque me gusta ayudar, me gusta ser un líder, me gusta conseguir cosas que sean positivas para mis pacientes, para mis compañeros”.

A fin de cuentas, Molinary, además de cardiólogo y fiebrú deportivo, es un servidor.

“Te sientes que eres útil, que eres una persona importante en el sentido de que tú sirves a las demás personas. La palabra es servicio. No hay una cosa más brutal como servir sin pedir nada a cambio”, concluyó Molinary.