El mundo despide hoy a Kobe Bryant, considerado por muchos el mejor jugador de su generación y uno de los mejores de todos los tiempos en la NBA. Y lo despiden como un gran jugador, como un gran embajador del deporte a nivel mundial pero sobre todo como un tipazo, buena gente. Yo no le compro esa última imagen.

Durante la gran parte de su carrera, cuando no había otro jugador como él, Kobe fue un echón que no era amigable ni con su esposa ni con sus compañeros. Fuera eso parte de su espíritu competitivo o de su auto animación para seguir siendo el número uno, ese era Kobe. Le caía mal a todo el mundo que no fuera fanático de los Lakers. Y le caía mal a todo aquel que idolatraba a Michael Jordan como el mejor jugador de todos los tiempos. Basta con recordar cómo se enemistó con Shaquille O’Neall hasta forzar que los Lakers decidieran salir del centro más dominante de la liga. Y vale la pena repasar porque los Lakers han sido un desastre en los últimos años, cuando ningún gran agente libre ha querido firmar allí para jugar a su lado pese a ese equipo ser el más valorada en la liga.

Pero Kobe nos ha engañado en estos últimos años al hacernos creer que él es un tipazo.

Comenzó a trabajar con su imagen durante los Juegos Olímpicos Londres 2012, donde comenzó a visitar las gradas deportivas para compartir con la gente y ganarse aplausos por su humildad. Después se fue de gira a Brasil durante la Copa Mundial de la FIFA en el 2014 e hizo lo mismo. Y posteriormente ha sido la más fácil entrevista en todas las canchas donde le han rendido homenajes de despedida. Pero las cosas no siempre fueron así. Todo eso comenzó cuando se percató que el final se acercaba. Y en su orgullo fue tan osado al creer que podría vencer al padre tiempo al punto que no anunció que se retiraría al inicio de la temporada si no que tomó la decisión cuando vio que ya no es lo que quiere ser, cuando se percató que ya no todo tiene que ver con Kobe.

En mi carrera profesional, estuve dos años trabajando para la cadena ESPN en Los Ángeles y me tocó cubrir a Kobe y a los Lakers. Admito que yo era uno de esos que odiaba a Kobe por su altanería, pero no dejaba de estar emocionado de que iría a cubrir su carrera. Fueron los años donde comenzó su descenso. Primero vino la derrota ante los Mavericks de Dallas en la segunda ronda de los Playoffs que llevó al equipo de José Juan Barea a coronarse campeón de la NBA en el 2012. Luego vino la campaña de la huelga y posterior a ello la campaña de las lesiones. Así que lo cogí en el descenso. Y hubiera sido lógico comprender su acto de humildad durante ese tiempo. Pero no fue así hasta que ya todo era inevitable.

Antes, en una sesión de práctica en el año de la huelga, cuando ya comenzaban a verse mal las cosas para los Lakers, un grupo de periodistas de la ciudad de Los Ángeles lo entrevistábamos y vi algo que odié de Kobe. Contestaba las preguntas desinteresado, mirando hacia el piso y sin referir sus respuestas a quienes le habían hecho las preguntas. Personalmente, me parecía una falta de respeto pero para mí no era de extrañar pues ese era Kobe. Y entonces vino otra pregunta y una respuesta que me hizo quedar boquiabierto. Sin temor alguno, lleno de su orgullo de siempre y de su delirio de grandeza, Kobe le comentó a todos los presentes: “¿Alguien de ustedes tiene al menos una pregunta inteligente que me puedan hacer hoy?”. Yo aún no había registrado la traducción de su pensamiento en mi mente cuando escuché a todos los reporteros que llevaban siguiendo su carrera por tanto tiempo riéndose por su pregunta. Obviamente, ninguno de ellos se iba a atrever a ofender de vuelta a su “atleta dios”.

Yo quedé marcado por ese momento para siempre. Y lo respetaría totalmente hoy si Kobe siguiera siendo ese atleta “hot dog” que conocí en aquel momento y no el atleta mejor amigo del mundo que es hoy.

Pero esa imagen de sangrigordo no es la imagen que porta hoy el jugador que esta noche jugará su último partido en la NBA. Hoy se retira como un tipazo. Pero a mí no me compra. Hoy se retira un jugador que está vendiendo otra imagen. Pero la verdadera imagen es que ya no es el mejor, y que ya el mundo de la NBA no gira a su alrededor. Estoy seguro que si pudiera, él preferiría seguir siendo lo de antes y no lo de ahora. Por eso no le compro su imagen de tipazo y bonachón. Ojalá que tenga un feliz retiro.