Para los amantes del béisbol, hoy es un día memorable al recordar el hit número 3,000 del puertorriqueño Roberto Clemente.

A 41 años de su desaparición, meses después de su logro, su legado todavía sigue cautivando a quienes lo recuerdan con admiración, y a una nueva generación que puede conocer a través de la historia las hazañas de este deportista boricua.

Con su hit número 3,000 en septiembre de 1972, celebraba no solo los logros de un jugador disciplinado y talentoso, sino también de un deportista que creía en sus sueños más allá de las numerosas experiencias del discrimen racial que sufrió, del choque cultural, del rechazo y la burla de quienes optaban por minimizar sus méritos por sus humildes orígenes.

A sus 20 años, el ex pelotero de Grandes Ligas, original de Carolina, hizo de Pittsburgh (Pensilvania) su segundo hogar. En 1954, comenzó a formar parte del equipo los Piratas de Pittsburgh. Y tanto es el cariño de esta ciudad por su eterno jardinero derecho, que no solo un puente ha sido bautizado con su nombre, sino también se levantan estructuras y estatuas en su honor, además de un parque (Roberto Clemente Memorial Park).

En términos generales, se estima que existen más de 120 instalaciones en el mundo que llevan su nombre. Estados Unidos, Nicaragua y, por supuesto, Puerto Rico, tiene estadios, coliseos, escuelas, parques de béisbol, calles y plazas que le rinden tributo.

Pero para muchos, su mayor legado es su labor humanitaria. Comprometido por la comunidad y por los niños, a Clemente se le conocía su empeño por servir. Y tanto fue así, que resulta imposible olvidar su desaparición en diciembre de 1972 cuando se dirigía hacia la ciudad de Managua (Nicaragua), que había sido sacudida por un terremoto. Llevaba un cargamento de ayuda para los afectados. Pero el avión nunca llegó. A sus 38 años, el astro boricua se nos fue. Pero sus huellas siempre lo mantendrán vivo en el corazón de su gente.