CHICAGO – Las calles de esta ciudad palpitaban ayer a ritmo lento pero sin pausa para el gran momento que esperan vivir esta noche y durante el resto del fin de semana.

Pero aun cuando fue día libre para la Serie Mundial entre los Cachorros de Chicago y los Indios de Cleveland, que se encuentra empatada 1-1, lo que se respira a las afueras del parque es el entusiasmo y las ansias de un título en el Clásico de Otoño, que sería el primero después de una sequía de 107 años, desde 1908 sin ganar.

Banderines con una W gigante en alusión a la palabra ‘Win’, cuelgan de algunas ventanas de edificios de la ciudad y en las afueras. Y en los alrededores del Wrigley Field, ni se diga.

El tono de los fanáticos al hablar denota la misma emoción que si acabaran de celebrar un batazo clave para ganar un partido.

Chicago respira victoria. Anhela la gloria. Y espera ansiosa por explotar en un júbilo mayor que supere el del fin de semana pasado cuando se proclamaron campeones de la Liga Nacional al vencer a los Dodgers de Los Ángeles.

“La electricidad que se siente en este vecindario ahora mismo es algo que no puedes imaginarte. El pasado sábado cuando aseguramos el pase a la Serie Mundial, fue un escenario inimaginable”, dijo a este medio Corry Lee, un fanático que caminaba cerca de una tiendita de efectos deportivos de los Cachorros en uno de los costados del parque, del que salía y entraba gente a hacer sus compras para prepararse para el juego de esta noche y del fin de semana hasta el domingo.

“Este vecindario (alrededor del parque) es bastante movido durante el año (la temporada de Grandes Ligas), pero ahora puedes sentir esa energía”, añadió.

Fue notable ayer ver personas, jóvenes y adultos, caminar con sus jerseys de béisbol, tal y como acostumbran cuando hay un juego. Pero hacerlo durante un día libre, es casi como ver a un niño intentando utilizar sus juguetes antes de la Navidad o de su día de cumpleaños.

Una caminata alrededor del parque sirvió también para observar otras curiosidades, como el grupo de aficionados por detrás de las paredes del estadio que separan los bosques del Wrigley Field de la carretera, mirando a lo alto como si estuvieron implorando a Dios o esperando que cayera una bendición del cielo.

Pero en realidad bastaba para ver el guante en la mano de cada uno de ellos, para darse cuenta que simplemente estaban a la espera de atrapar un souvenir gratis durante la práctica de bateo de los Cachorros.

Uno de ellos fue Scott Doherty, de 59 años, quien comenzó a venir a este parque muy jovencito, a los cinco años, a principios de la década de 1960.

“Es bien excitante (la atmósfera). Empecé a venir a los juegos de los Cachorros en 1962, y finalmente aquí están, en una Serie Mundial”, dijo Doherty, quien obviamente no vivía para cuando Chicago estuvo en su último Clásico de Otoño en 1945.

“Comencé a venir y a sentarme en los bleachers para 1973, cuando ya tenía edad para tener la licencia de conducir. Venía y me sentaba en los ‘bleachers’”, recordó y se río al recordar que los boletos en esa sección estaban, según su memoria, en unos $3.50 por persona.

Doherty tiene toda una historia como aficionado de los Cachorros. Comenzó a fildear pelotas fuera del parque en 1992, lo que ya es una tradición entre muchas fanáticos según cuenta. Y ese año, a lo largo de la temporada, logró atrapar 20 bolas.

Doherty, por otro lado, aseguró, en lo que respecta al ambiente en Chicago, que se pondrá de locos a medida que avance la Serie, y sobre todo si el resultado es el esperado.