Cuando estaba en escuela superior, Jorge Posada apenas medía 5’9”, pesaba “cien libras mojao” y lo habían botado de cinco equipos porque no daba el grado. Así describe su padre y escucha de Grandes Ligas, Jorge Posada senior, los contratiempos que sufrió su hijo, y lo improbable que lucía su carrera como pelotero. 

Esta semana, tres décadas después de firmar como profesional sin muchas expectativas, el ex receptor de los Yanquis de New York será honrado por dicho equipo con el retiro de su uniforme número 20.

“Todo esto es increíble. A ese muchacho no le interesaba firmarlo a ninguno de los scouts aquí en Puerto Rico. Jugaba siore y segunda, pero tenía dos bloques en la manos, y un físico que no impresionaba”, recuerda papá Posada.

Una de las pocas oportunidades en la Isla se la dio Víctor Pellot en Caguas, en la pelota de la Legión Americana.

Cuando finalmente los Yanquis deciden tomarse el riesgo, lo escogieron en la ronda 50 (entonces eran 60) del sorteo de las Mayores (MLB). Posada padre no lo dejó firmar, prefiriendo enviarlo a estudiar y jugar al Calhoun Community College en Alabama. Imagínese usted, en ese momento, cuán frustrado estarían los Posada dentro del escenario de probabilidades de llegar a Grandes Ligas. Ronda cincuenta, y jugando en un Community College no muy conocido.

En 1990 volvió a participar del sorteo de MLB. Nuevamente fue escogido por los Yankees, pero esta vez en mejor turno: ronda 24.

Todavía papá Posada no estaba satisfecho, y declinaron. Entonces, a dos semanas del sorteo del siguiente año, estamparon su firma con la organización neoyorquina.

Para ese tiempo, todavía no era catcher. No fue hasta que tenía alrededor de 20 años de edad, ya con experiencia en los primeros niveles de las Ligas Menores, que Posada hizo la exitosa transición a receptor.

“Yo era pitcher de sóftbol, y Jorgito me catcheaba. Ahí observé las manos y el talento que tenía para jugar detrás del plato. Le dije un día: ‘Olvídate del infield, bota ese guante porque en adelante tú vas a ser catcher’. Él me dijo: ‘Papi, tú estás loco’... y el resto es historia”, cuenta con gratos recuerdos el hoy escucha de los campeones Gigantes de San Francisco.

Ese chamaco que pesaba “cien libras mojao”, y que cinco equipos lo botaron cuando juvenil porque no daba el grado, terminó una extraordinaria carrera con la novena del Bronx donde, como receptor, promedió .273 por vida, empujó sobre 90 carreras en cinco ocasiones, y llevó la pelota por encima de la verja 20 veces o más en ocho temporadas, más otros 11 cuadrangulares en juegos de playoffs. 

Y con los aperos defensivos, fue, en 2005, el catcher que más corredores fusiló en toda la Liga Americana, con 39 (cuatro más que Iván Rodríguez).

Nunca es tarde cuando la dicha es buena, se trabaja duro, y no se pierde la fe...