Con el sello de slugger tras haber disparado 37 y 23 jonrones en 2013 y 2014, Javier Báez fue ascendido a las Mayores. Y aunque deslumbró con sus batazos,  confrontó serios problemas con los ponchetes. 

Entre las primeras dos campañas  en las Mayores, Báez  conectó 58 inatrapables y se ponchó 119 veces.

 El problema de ponches y la frustración hizo que comenzara a comentarse por lo bajo la posibilidad de que Báez fuese material de cambio, pero entonces Chicago utilizó a su arma secreta.

El exjardinero dominicano Manny Ramírez fue asignado a trabajar con el caso de Báez y los resultados se vieron durante la campaña del 2016, en la que Báez acumuló .273 y 115 hits, incluyendo 14 jonrones, 19 dobles y 59 remolcadas.

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 “Siempre le  he hecho swing duro a la bola desde que firmé y esa fue una de las cosas en las que me ayudó mucho Manny Ramírez”, dijo Báez vía telefónica desde Chicago.

“Hablé y aprendí muchísimo con él. Y casi todo fue hablando. No fue nada de mecánica ni físicamente”, dijo Báez sobre su relación con el 12 veces integrante del Juego de Estrellas y uno de los bates más prodigiosos de la pelota dominicana y de las Grandes Ligas.

Ramírez, quien durante su carrera de 19 años ganó nueve bates de plata y rebasó los 500 jonrones, tuvo sus mejores años con los Medias Rojas de Boston, cuyo exgerente general, Theo Epstein, es ahora gerente de operaciones de béisbol de los Cachorros.

Además, a fines de su carrera estuvo con los Rays de Tampa Bay, donde conoció a fondo al dirigente Joe Maddon.

Contratado como consultor de bateo, Ramírez no solo ha ayudado a a Báez, sino  también a  gran parte de las estrellas jóvenes que produjo la organización como Jorge Soler, Kris Bryant y Starlin Castro (ahora con los Yankees).

“El trabajo fue todo mentalmente. Hice mis ajustes, llevé la confianza que él me dio al terreno y me ha hecho brillar, como han visto”.