Roberto Clemente tenía un presentimiento de que si no lograba el indiscutible 3,000 de su carrera el 30 de septiembre de 1972, tal vez nunca lo iba a conseguir.

En su último turno al bate en serie regular, un doble en la parte baja de la cuarta entrada contra los envíos del lanzador de los Mets de Nueva York, Jon Matlack, hizo que el legendario número 21 de los Piratas de Pittsburgh arribara a la mítica cifra que este domingo cumple su 40 aniversario. La gesta sigue siendo la más importante y significativa del deporte puertorriqueño en la historia.

“Fue un logro que se merecía conseguir, que Papá Dios le ayudó a conseguir en vida, ya que murió luego, en ese año”, expresó Vera Zabala, quien quedó viuda el 31 de diciembre siguiente cuando Clemente murió al estrellarse el avión en el que llevaba ayuda a las víctima de un terremoto en Nicaragua.

“Era una persona entregada, bien comprometido, responsable. Siempre fue humilde; adoraba a su gente”, agregó Zabala, quien se casó con el integrante del Salón de la Fama en noviembre de 1964.

“Es algo que uno jamás olvida”, añadió Zabala con ojos llorosos, pero llena de un orgullo inmenso al revivir ese momento.

Zabala fue testigo en primera fila de la gran expectación que reinaba en Puerto Rico y Pittsburgh sobre el logro que su esposo perseguía y que eventualmente consiguió.


“Los familiares, fanáticos de Estados Unidos y Puerto Rico, todos estaban pendientes, había tensión”, recordó Zabala al añadir que hubo un grupo de la Isla que siguió al astro boricua de Filadelfia a Pittsburgh, ya que lo sentaron en el último partido de la serie contra los Filis con la esperanza de conseguir el “hit” en la casa local de los Piratas.

“Él siempre decía que si no lo daba ese año, no lo daba nunca: tenía un presentimiento. Lo expresaba familiarmente, tenía esa percepción”, indicó Zabala, quien procreó tres hijos con Clemente: Roberto Jr., Luis Roberto y Roberto Enrique.

Zabala también sintió esa tensión del “hit” 3,000, pero siempre confió en que su esposo iba a conseguir el mítico batazo.

“Cuando terminó el juego, nos encontramos en el túnel que sale al dugout, y me abrazó con mucha emoción. Ese momento, para él, fue de ‘ya lo logré’... se sentía bien satisfecho, y, a la vez, emocionado”.

Clemente ha sido uno de los mejores peloteros en la historia de las Grandes Ligas, pero además dedicó su vida a ayudar al prójimo, y esto unido al impacto de su “hit” 3,000 hizo que su leyenda trascendiera aún más, manteniéndose, cuatro décadas más tarde, vivo en el pensamiento de quienes le vieron jugar o recibieron de su ayuda.

“Lo veo como parte del talento que Dios le dio y que pudo sellar esa etapa, esa marca antes de morir. Esa marca se quedó en ese número redondo”, reflexionó Zabala sobre la marca.

Zabala estará junto con su familia este domingo en Pittsburgh para decir presente en el homenaje que la novena le hará a Clemente en conmemoración de su gesta. Y aunque ya han pasado 40 años, la nostalgia aún está muy presente.

“Uno trata de mantenerse firme, pero uno se emociona siempre por mas años que transcurran”.