Parece un recurso a prueba de controversias: si en un juego de béisbol ocurre una jugada dudosa, el equipo perjudicado tiene la opción de apelar ante los árbitros. Entonces, otros árbitros, localizados en un estudio llamado el “centro de mando” en Nueva York, proceden a evaluar la repetición instantánea a cámara lenta y en distintos ángulos para determinar si la apreciación fue correcta o no.

Claro, tiene sus límites. No se trata de que los dirigentes pueden estar apelando a tutiplén: tienen derecho a una reclamación por juego, y a una segunda si la primera resulta válida. Además, para cambiar un fallo, la repetición tiene que demostrar “claramente” que la decisión inicial estuvo errada.

Pero tal parece que la cosa no es tan sencilla con la nueva regla que aplica ahora a jugadas dentro del terreno de juego, no meramente a decisiones para determinar si un batazo fue foul o si de verdad pasó por encima de la verja.

El sábado, por ejemplo, John Farrell, dirigente de Boston, apeló una jugada en la que el corredor de los Yanquis, Dean Anna, pareció haber sido sorprendido fuera de la almohadilla después de conectar un doblete. A pesar de que las repeticiones por televisión demostraban que a Anna lo estaban tocado con la bola en momentos en que despegaba el pie de la base, los que revaluaron la jugada mantuvieron el fallo original.

Más tarde, el alto mando del béisbol confesó su error y explicó que, al momento de revaluar la jugada, los árbitros no habían tenido acceso al vídeo que claramente mostraba lo ocurrido.

Al día siguiente, Farrell dijo: “Me resulta muy difícil tener fe en la repetición instantánea”, lo que le valió una multa.

Pero hay problemas incluso cuando el sistema funciona bien.

En Atlanta, Matt Williams, dirigente de los Nacionales, apeló una jugada en la que su corredor fue declarado out en una cerrada jugada en primera. Los árbitros enviaron el reclamo a Nueva York. Entonces todo el mundo se puso a esperar, y a esperar. El lanzador de los Bravos se puso a hacer lanzamientos para que no se le enfriara el brazo. Y al final se confirmó el out y el juego pudo continuar… casi de la misma manera en que hubiera continuado después de una pausa de varios minutos debida a una de esas discusiones en las que un dirigente termina siendo expulsado luego de aludir groseramente a la familia materna del oficial.

“Nada es perfecto”, argumentó Joe Torre, director de operaciones del béisbol. “Este es un sistema que estará introduciéndose por tres años y quizá nos tome ese tiempo ponerlo a funcionar como queremos”.

Entonces tal vez decidirán si la regla llegó safe o out.