De Roberto Clemente se pueden escribir cientos de historias de las magníficas obras que hizo con su guante y bate en el campo de juego.

Pero las mejores jugadas las hizo fuera de un parque de béisbol, al siempre dar la mano a quien de verdad lo necesitaba. Y esa fue la verdadera enseñanza que se llevaron quienes lo conocieron y la cual debería ser llevada a las futuras generaciones.

“(Roberto) Me enseñó cosas que yo nunca había hecho”, comentó Osvaldo Gil, ex presidente de la Federación de Béisbol.

A Gil le tocó presenciar en primera fila varios de los momentos en que Clemente demostró su calidad humana, varios de ellos en el hermano país centroamericano de Nicaragua.

“Una anécdota que he relatado muchas veces, que me cautivó, es él repartiendo dinero a los nicaragüenses que venían del trabajo y a quienes les preguntaba su situación financiera”, recordó el también ex jugador y dirigente.

El otrora presidente del Comité Olímpico rememoró cómo en 1972 Clemente se apiadó de un niño de apellido Perales, quien perdió sus piernas en un accidente de tren, y que Clemente conoció y le prometió que sería la mascota de la selección de Puerto Rico. Clemente le dijo al niño que usaría el número 21 con la franela boricua; sin embargo, Perales murió en el hospital en el que estaba recluido al colapsar por el terremoto del 23 de diciembre. Clemente nunca se enteró del fallecimiento del joven.

“Cuando Roberto dirigió al equipo, yo llevaba 12 años como presidente, tuve de cinco a seis dirigentes y yo nunca había visitado un hospital, no se me había ocurrido. Yo no tenía la cosa esa de llevarle un poco de alegría a aquel que estaba fastidiado”, dijo Gil, que en el aspecto de pelotero destacó como mejor recuerdo de Clemente la habilidad que este tenía con el bate y su conocimiento para saber cómo conectar limpiamente.

Otro recuerdo que tiene Gil sobre Clemente son los principios que tenía el jardinero de Carolina cuando en la Serie Mundial Aficionada de 1972, que se celebró en el país centroamericano, Clemente era el dirigente del seleccionado boricua y curiosos de un pueblo lejano llamado Chinandega le pidieron que bateara.

“Él decía que no quería, que hace un mes había dejado de jugar. Él me mandó a buscar para que yo le diera permiso a batear. Era un tipo que tenía unas creencias, unos principios y unos valores, que estaba fuera de serie. Yo le dije que estaba loco por verlo batear. Le dijo a un tipo: ‘Búscate cuatro pelotas viejas porque se van a perder’. Sacó las cuatro”, destacó Gil.

“Yo me divertí y me siento orgulloso de Roberto Clemente el pelotero. Pero a mí, el que me mejoró como ser humano, con sus victorias y lecciones de amor prójimo, fue el humano, no el pelotero”.

Humanitario hasta su partida

Otro que tiene buenos recuerdos del Clemente humanista es el periodista cubano Ramiro Martínez, quien estuvo con el boricua en un sinnúmero de ocasiones hasta que perdiera la vida aquel 31 de diciembre de 1972.

Martínez contó en orden cronológico cómo Clemente, tras conectar su indiscutible 3,000, quiso celebrar con la niñez boricua efectuando clínicas en varios puntos de la Isla. Inclusive, cuatro días antes de su inesperada muerte, el 27 de diciembre, estaba en clínicas en Aguadilla.

De igual manera, Martínez recordó con mucho agrado cuando Bob Prince, anunciador de los Piratas de Pittsburgh, invitó al boricua a su programa de radio, y de lo menos que habló el boricua fue de béisbol. “Prince lo admiraba, y Roberto quería hablar de sus ídolos, no de béisbol. Sus tres ídolos eran Luis Muñoz Marín, Martin Luther King, John F. Kennedy”, dijo Martínez, quien estuvo en la cabina radial ese día.

“Roberto nunca aceptó hacer un anuncio promocional de nadie para utilizar cigarrillos o tomar, jamás”, destacó Ramírez, haciendo alusión una vez más de la humildad del carolinense.

“En Puerto Rico faltan mensajes poderosos. Puerto Rico necesita un ser humano como Roberto Clemente. Es el ser humano más increíble e impactante que yo he conocido en mi vida”, dijo Ramírez con evidente emoción.