Vega Baja. Su hijo tuvo una destacadísima carrera en el béisbol que le tiene hoy bajo consideración para ingresar al Salón de la Fama en Cooperstown, y por poco, por un gran susto, José Rodríguez se la perdía por completo.

Era una tarde hacia finales de los años ochenta. José Rodríguez, padre del receptor puertorriqueño Iván Rodríguez, llegaba a su casa en un campo de Vega Baja luego de un largo día de trabajo. El entonces supervisor de trabajos eléctricos para una compañía de construcción que realizaba obras subcontratadas a farmacéuticas e industrias en la Isla estacionaba su auto en la marquesina de su casa cuando encontró una imagen catastrófica.

“Por poco me muero del corazón en aquel momento”, recuerda José Rodríguez, a quien apodan Josean.

La imagen era dolorosa e inimaginable. Colgando del cuello y de un marco de una puerta estaba Iván.

“Lo que yo vi cuando entré era a Iván ahorcado. Guindado y el cuerpo balanceándose de lado a lado”, explica Rodríguez serio y realizando un movimiento corporal con su quijada pegada al pecho y los brazos relajados despegados de su cuerpo pero en dirección perpendicular a sus piernas mientras un grupo de amigos que escuchan la historia está riendo ante el relato que ya conocen bien.

Pero esa historia a Josean todavía le trae malos recuerdos y la cuenta con seriedad. Por unos instantes aquel día, él consideró a su hijo sin vida.

No tuvo mucho tiempo para pensarlo, porque saltó a auxiliarlo, pero de seguro se realizó mil cuestionamientos del por qué Iván había tomado una decisión tan dura.

Sobretodo cuando estaba a semanas de estampar su firma para ser un pelotero profesional de los Vigilantes de Texas y cumplir su sueño de toda una vida de aspirar a jugar en las Grandes Ligas.

“Fue un episodio doloroso. Me bajé del carro con el corazón en la mano. No sé cómo sobreviví a aquel día”, precisa Josean.

Obviamente Iván no había tomado una decisión suicida aquella tarde.

Según explicó Josean, el pelotero que eventualmente pasó a ser considerado el mejor receptor de las Mayores de su generación y uno de los mejores de todos los tiempos lo que hacía era un ejercicio de estiramiento que le había recomendado para que intentara crecer unas pulgadas adicionales.

En realidad no colgaba del cuello sino sobre sus hombros. Según puede recordar Josean, a Iván le recomendaron el ejercicio el personal de Texas que ya lo tenía fichado y solo esperaba que llegara a los 16 años para firmarlo.

“Con aquello creció dos pulgadas”, abunda, esta vez riendo.

Iván Rodríguez firmó con Texas en el 1988. Y en el 1991, con tan solo 19 años, debutó en las Mayores de forma legendaria, haciendo batería con el legendario Nolan Ryan. Desde su debut el 20 de junio del 1991 a su último juego en las Grandes Ligas el 28 de septiembre de 2011, el apodado Pudge completó 21 temporadas en el Gran Circo.

Durante ese tiempo estableció el récord de más juegos jugados en la receptoría en el más alto nivel del béisbol mundial y terminó su carrera con 13 Guantes de Oro y 2,844 hits, ambas marcas las máximas logradas por un receptor en historia del juego.

Pero eso no fue todo, Iván además fusiló el 46 por ciento de los 1,447 de los corredores que osaron intentar robarle base. Fue receptor de dos ‘no-hitters’, uno de Kenny Rogers y otro de Justin Verlander, ganó una Serie Mundial de los Marlins de Florida (hoy de Miami), y fue Jugador Más Valioso de la Liga Americana en el 1999.

Al mirar atrás a su carrera, su estatura de 5’9” pies no fue un impedimento para que Iván tuviera una carrera espectacular. Y sobretodo porque tuvo un brazo regalo del cielo, conocía el juego como nadie, trabajaba sin pausa para mejorar y porque jugó sin reserva.

“Ese brazo lo envió Papá Dios”, asegura Josean para destacar que su hijo no hizo nada excepcional para desarrollar el cañón que tuvo.

Y de eso dan fue un grupo de vegabajeños que conocieron, aconsejaron o dirigieron a Iván cuando pequeño en las Parcelas Amadeo de Vega Baja, en el parque que hoy lleva el nombre de Julio Pabón, un exjugador de la Doble A boricua y que dedicó muchos años a entrenar jugadores en la comunidad, incluyendo a Iván Rodríguez y Juan ‘Igor’ González, entre otros.

“Iván siempre fue fogoso y estaba pendiente del juego. Aquí jugaba como lanzador, tercera y cátcher. Nada lo intimidaba. Siempre quería jugar. Y donde lo ponían lo hacía bien”, recuerda Ariel Osvaldo Ruiz, quien fue director de la primera preparatoria en la que Iván jugó en Amadeo cercano a los siete años.

De la familia Ruiz también trabajaron como dirigentes con el pequeño Iván los hermanos Ariel y Víctor Ruiz. En tanto, otro hermano, Edgardo Ruiz lo ayudaba en las prácticas y dándole consejos día y noche.

Edgardo Ruiz, apodado como el ‘Ejecutivo de la Receptoría’ fue receptor de Vega Baja en la Doble A durante 22 temporadas. También jugó en la Coliceba. Sus charlas con Iván fueron muchas. Y las lecciones que aprendió el Pudge muchas veces fueron producto de la capacidad que tuvo para observar, preguntar y aprender.

“Él se iba conmigo para los juegos de la Doble A siendo un niño. Y me recuerdo que en el camino siempre me preguntaba cosas como: ‘¿Cómo tú aprietas la bola? ¿Qué tú haces para bloquear? ¿Cómo tú atrapas un foul fly?’ Estamos hablando de un niño de 10 o 11 años”, rememora Edgardo.

“Y entonces hubo un día que me dijo: ‘Tú no tiras duro pero sacas a corredores en base. ¿Cómo tú haces eso?’ Y yo le expliqué que a mí me enseñaron a sacar la bola rápido y a hacer un tiro certero a la base”.

Por lo visto Iván aprendió mucho de eso.

Y todo un pueblo está ahora a la espera de su posible elección para ingresar al Salón de la Fama.

El anuncio de qué peloteros conformarán la Clase 2017 será anunciado este miércoles a la 4:00 p.m. por el MLB Network.