Han transcurrido más de dos años desde que Rafael Nadal Arcelay fue designado presidente de la Comisión de Boxeo Profesional de Puerto Rico y, por ello, es apropiado pasar juicio a sus ejecutorias o, mejor dicho, a la escasez de ellas.

En enero de 2013, Nadal Arcelay ascendió al cargo después de servir como comisionado desde 2000. El día de su nombramiento prometió convertir el boxeo rentado en Puerto Rico en un activo para la economía local. 

“Todas esas peleas que se dan en Las Vegas o en Nueva York, podrían traerse a Puerto Rico. Podemos lograr que Puerto Rico vuelva a ser la meca del boxeo que una vez fue”, aseguró Nadal Arcelay cuando fue presentado. “La Comisión (de Boxeo) tiene unos retos junto con Puerto Rico. No estamos aislados y tenemos que buscar la forma, y eso va a ser prioridad en mi agenda, de cómo insertarnos en la promoción de la economía y en la creación de empleos”, añadió.

Nadal Arcelay fue más allá e hizo alusión de que uno de los proyectos más significativos de la presente administración gubernamental sería promover el “turismo deportivo”.

“Esta industria del boxeo se ve como un todo. Está a nuestras manos. Puerto Rico se ve como un destino para el boxeo y eso ayuda al turismo. Ya es hora de que esto deje de ser cosa de atender unas carteleras al año y ya", sostuvo Nadal Arcelay hace escasamente 30 meses.

Sus palabras fueron acogidas con cierto grado de incredulidad, aunque con esperanza. Pero, ¿dónde han quedado los planes? ¿Acaso Nadal habló para las gradas? Nada de lo que anunció con tanta fanfarria es una realidad.

Todo lo contrario. La industria del boxeo en Puerto Rico no está en el sitial que merece. Sería injusto señalar a Nadal como el responsable, pero prometió cambios radicales que no están ni cerca de ser implementados. En el 2015, solamente se han producido 10 carteleras en Puerto Rico, la mayoría en mercados pequeños como Gurabo, Hatillo, Aguada y Cataño, entre otros.

Nadal Arcelay ha sido un presidente prácticamente invisible, su presencia en actos oficiales de la Comisión es mínima y, de hecho, ha ido en picada desde que la organización pasó por un torbellino que sacudió el modo que opera.

En medio de la situación que despertó serias interrogantes sobre el funcionamiento de la Comisión de Boxeo, Nadal Arcelay mantuvo una distancia segura. Tal vez, fue una de las pocas decisiones acertadas que ha tomado durante su incumbencia. En el proceso donde Peñagarícano se defendió de unos señalamientos que levantó el juez César Ramos, Nadal Arcelay describió a su antigua mano derecha como una persona “indispensable” para el funcionamiento de la Comisión.

Incluso, en los testimonios que prestó en unas vistas administrativas para resolver unas querellas, Nadal Arcelay alabó hasta el cansancio la verticalidad de Peñagarícano, quien eventualmente renunció a la Comisión a raíz de haber estado presente en una cartelera en Aguada a pesar de que se le instruyó específicamente que no debía para desviar cualquier apariencia de conflictos de interés.

¿Fue Nadal Arcelay cómplice de dicha indiscreción de Peñagarícano? ¿Optó por no cumplir con su responsabilidad vicaria como presidente de la Comisión para tomar acción inmediata contra Peñagarícano? ¿Se está haciendo de la vista larga ante el hecho de que otros tres comisionados permitieron la presencia de Peñagarícano en el evento a sabiendas de que no podía?

Quizás sea que Nadal Arcelay le fascina estar en medio de las polémicas. Por ejemplo, durante el pasado cuatrienio intentó nombrar a la fuerza a su hijo Jaime Nadal como juez de tiempo. Sin embargo, la Asociación de Oficiales de Boxeo Profesional de Puerto Rico se opuso bajo la alegación de que no cumplía con los requisitos para el puesto que exige la propia Comisión. Eventualmente, su nombramiento fue retirado.

Además, a mediados de 1990 Nadal Arcelay radicó una demanda contra el Departamento de Estado por haberle denegado una credencial de periodista cuando colaboraba en el programa Análisis Noticioso. El caso llegó hasta el Tribunal Supremo que en 1998 validó la determinación del Departamento de Estado de que Nadal Arcelay no cumplía con los requisitos porque “su medio principal de vida era el ejercicio de la profesión de abogado” y no como periodista. Pretendió vestirse de periodista, pero en el presente nos huye con el diablo a una cruz.

Son muchas las interrogantes que la prensa puertorriqueña ansía formularle directamente Nadal Arcelay, quien prefiere mantener el silencio mientras utiliza a otros dentro de la Comisión de escudo protector. Nadal Arcelay acostumbra despachar las solicitudes de entrevistas por “falta de tiempo” debido a los compromisos profesionales. Tal parece que no comprende -o no desea aceptar- que entre sus múltiples responsabilidades como presidente de la Comisión de Boxeo está atender a la prensa local cuando se le requiera.

Nadal Arcelay, junto con el resto de los integrantes de la Comisión, han tenido amplias oportunidades para encaminar el deporte en la dirección correcta, pero han fracasado miserablemente. ¿Dónde quedaron las prioridades de Nadal dentro del boxeo? En el olvido.