Sevilla, España. - Que equivocados estamos en Puerto Rico. Por años nos hemos acostumbrado a la idea que somos de lo mejor que América tiene que ofrecer en el baloncesto que hemos olvidado considerar que el mundo del básquet da vueltas más allá de nuestro continente y de nuestro ideal de jugar baloncesto como los estadounidenses.

El tema ya es harto viejo. En ocasiones hemos hablado que debemos jugar baloncesto al estilo europeo. Hemos analizado que no tenemos los cuerpos grandes para poder luchar con los gigantes de otras naciones. También hemos criticado nuestra manera de organizar las selecciones bajo una filosofía uniforme y hemos comprendido que a veces tenemos las mentes adecuadas para jugar y en otra no.

Pero algo me ha vuelto a llamar la atención aquí en Sevilla luego de los primeros resultados de nuestra selección es un aspecto que le llamaré “las ganas” o “el querer”.

Para ganar en estos torneos en primera ronda y en cualquier fase, hay que salir a jugar con el espíritu que salen los equipos en una serie final y más aún en un séptimo juego de serie. A esos partidos se sale con intensidad, sin reservas físicas, sin ningún tipo de limitación de esfuerzo y sin expectativas de tiempo de descanso u opciones de relajación.

Filipinas y Senegal son los mejores ejemplos de esto que estoy tratando de explicar. Ellos llegaron aquí sin expectativas de nada, posiblemente igual que nosotros. Pero llegaron con una misión de ganarse un respeto y crear un nombre, cosa que nuestro grupo no necesariamente pretende hacer porque realmente somos de lo mejor que América tiene que ofrecer y obviamente nos creemos que el mundo ya nos conoce.

Y para lograr su objetivo han salido a jugar con “las ganas” y “el querer” superar expectativas. Para ello recurren a lo que tienen y lo suplementan con lo que nadie sabe que tienen, que son “las ganas” de “el querer”.

No digo que nuestros muchachos no salen con ganas. Jamás diré que no salen decididos a ganar. Pero salen a jugar un baloncesto “bonito y de estilo” contra países que se están lanzando a jugar con actitud de vida o muerte y entrega total por si acaso nunca vuelven que nadie los olvide como jugaron aquí. Para ello juegan intensos durante 41 minutos en un juego de 40. Con eso en mente retan cada tiro y cada pase, meten las manos para afectar cualquier dribleo y se tiran al piso detrás de toda bola suelta como si fuera el rebote que hay que capturar para asegurar el campeonato. Lo hacen arriba por dos puntos o abajo por 15.

Mientras, nosotros intentamos mostrar que tenemos un baloncesto avanzado que no necesita jugar así y estamos pagando el precio. Y lo peor pronto estaremos dejando de ser relevantes en el mundo FIBA.

Nada, es verdad que cuando se pierde uno ve todo lo terrible que nos pasa. Y que cuando se gana uno disfruta tanto que no ve esas cosas. Creo que es hora que miremos a eso. Que comencemos a pensar que no somos lo mejor de lo mejor de América aunque lo seamos. Es hora que volvamos a salir a jugar como si fuéramos un underdog.

Es hora de que volvamos a darnos a conocer.