Carlos López, un estrecho colaborador de los Trinidad durante los años noventa y principios de la década del 2000, me expresó el miércoles, mientras los dos asistíamos a la conferencia de prensa relacionada con la selección de Tito al Salón de la Fama, una opinión que yo no había escuchado antes: “Aunque yo no conocí a Roberto Clemente, cada vez pienso más que Tito es muy parecido a él”.

¿En qué sentido?

Uno es obvio: el desbordante talento natural, combinado con una entrega total a la perfección que solo se consigue a base del entrenamiento más riguroso.

“¿Ha habido otro Clemente? ¿Verdad que no?”, me preguntó.

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“Pues yo dudo mucho que vaya a haber otro Tito”.

“Hoy en día los boxeadores de aquí ya ni corren por la mañana”, comentó López, quien, al retirarse don Félix en el 2002 junto a Tito, le cedió la dirección de varios de sus peleadores, incluyendo al campeón Nelson Dieppa.

“Y Tito no solo corría por la mañana, sino que en el gimnasio uno se aburría de verlo entrenar”.

Tan así, me dijo López, que el incluso llegó a sospechar que algunos periodistas pensaban que Tito se extendía a propósito, para que ellos se cansaran y se fueran y no pudieran hablar con él.

Pero ahora que lo pienso bien, creo que Tito tuvo otro parecido con el gran astro boricua.

Clemente se quejó -acertadamente- de que la prensa norteamericana le subestimaba, en gran medida debido a que era latino y no dominaba el inglés. Pero a base de su esfuerzo, y en particular a su extraordinaria Serie Mundial de 1971, logró que le reconocieran que podía de codearse de tú a tú con todos los grandes de su época.

Tito pasó también una etapa en la que, aunque estaba arrasando como campeón wélter, apenas ganaba bolsas de preliminarista bajo la tutela de Don King.

Y López cree que King, convencido de que un puertorriqueño nunca le dejaría ganancias como las que le dejaban los mexicanos o norteamericanos, varias veces lo rifó con la esperanza de que cayera derrotado ante otro de sus protegidos.

“A Yory Boy Campas lo estaban llevando para que fuera otro Chávez, en unos momentos en que Chávez ya se le estaba apagando”, recordó López.

“Estoy seguro de que lo que más deseaba Don King era que Campas ganara esa pelea con Tito”.

No fue sino hasta que Tito y su padre demandaron al promotor, exigiendo que este le diera al peleador un trato parecido al de sus otras figuras, que el boricua logró confirmarse como superestrella, ayudado, claro está, por su transcendental victoria sobre Oscar de la Hoya.

Es muy apropiado, pues, que ahora Tito tenga otro parecido más con Roberto Clemente: ambos están en el Salón de la Fama de sus respectivos deportes.