Emile Griffith, un campeón mundial cuya carrera fue marcada por la paliza mortal que le propinó a Bennie Paret en un combate en 1962, falleció hoy, martes. Tenía 75 años.

Griffith murió en un centro de cuidados en Hempstead, Nueva York, informó el Salón de la Fama del Boxeo Internacional.

El oriundo de las Islas Vírgenes estadounidenses batalló con la demencia que aqueja a muchos boxeadores, y en sus últimos años necesitaba asistencia a tiempo completo. En 1990 fue exaltado al Salón de la Fama.

"Emile era un atleta dotado y un gran boxeador", señaló el director del Salón de la Fama, Ed Brophy. "Fuera del cuadrilátero, era tan buen caballero como fue boxeador. Siempre tenía tiempo para los fanáticos cuando visitaba el Salón cada año, y era uno de los boxeadores más populares que regresaban todos los años".

Griffith a menudo acudía a carteleras de boxeo en Nueva York, especialmente en el Madison Square Garden, donde peleó 23 veces.

El cariño que recibió de parte de los fanáticos en su vejez contrasta con la forma que fue tratado luego de su pelea del 24 de marzo de 1962 contra Bennie "The Kid" Paret, un combate en el Garden que fue transmitido por televisión abierta. Griffith noqueó a su oponente cubano en el 12do asalto para retener el título del peso welter.

Paret quedó en coma y murió 10 días después por las heridas sufridas en la pelea.

Sports Illustrated reportó en 2005 que Griffith habría sido motivado por un insulto homofóbico que Paret le dedicó en el pesaje. Durante su vida, Griffith se describió en diversas ocasiones como heterosexual, gay y bisexual.

"La gente me escupía en la calle. Nos quedábamos en un hotel, y cada vez que escuchaba alguien tocar una puerta, me metía en la habitación de al lado. Tenía mucho miedo", relató Griffith a la AP en 1993, al recordar los días después de la muerte de Paret.

El resultado del combate fue una nube sobre el deporte durante muchos años. NBC dejó de transmitir peleas, y el entonces gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, creó una comisión para investigar la pelea y el boxeo. El árbitro de esa noche, Ruby Goldstein, jamás volvió a trabajar en una pelea.

"Nunca fui el mismo boxeador después de eso. Después de esa pelea, hacía sólo lo suficiente para ganar. Usaba el jab todo el tiempo, no quería lastimar a mi oponente", relató Griffith. "Me hubiese retirado, pero no sabía hacer otra cosa además de pelear".