Nadie en su sano juicio y con conocimientos de deportes puede pensar que algún día se pueda hacer realidad el mentado choque entre el boxeador Floyd Mayweather y el practicante de artes marciales mixtas (MMA) Conor McGregor. 

La única manera sería en algún tipo de competencia inofensiva en términos de riesgos físicos, digamos como por ejemplo billar, póker o bolita y hoyo, o que sea en un campo en que ninguno de los dos tenga algún tipo de habilidad. 

De hecho, cuando lo leí la primera vez pensé que era una noticia en broma al estilo de las que se publican el Día de los Inocentes. Nunca jamás competirá uno bajo las reglas del otro. 

Es como un oso meterse en un mar de tiburones o un tiburón meterse en una cueva de osos. Estaría fuera de territorio y en terreno ajeno, como cucaracha en baile de gallinas. Tanto Mayweather como McGregor no tienen siquiera las habilidades de un aficionado mediocre en la disciplina del otro y requerirían varios años de entrenamiento intenso para tener un nivel competitivo serio en el otro campo. 

Y tampoco se enfrentarán en un combate de reglas mixtas, al estilo de ese circo del pasado que resultó el ser choque entre Muhammad Alí  y el japonés Antonio Inoki, celebrado el 26 de junio de 1976, en Tokío, Japón, y que fue declarado empate después de  15 asaltos de insulsa acción. 

Como dato histórico, el árbitro fue el judoka y luchador Gene LeBell, quien más de una década antes, el 2 de diciembre de 1963, había vencido al boxeador Milo Savage vía estrangulación en otro choque de reglas mixtas. 

El pareo Mayweather-McGregor no pasa de ser un tema para las conversaciones hipotéticas que tanto gustan en el ámbito deportivo. Puede que haya boxeadores que podrían desempeñarse en las artes marciales mixtas con algún grado de éxito (Kermit Cintrón con su trasfondo en lucha fue uno que habló de dar el salto) y viceversa. 

Pero la gran verdad es que hasta ahora ninguno de los practicantes de una de estas disciplinas ha tenido  impacto en la otra.