Con la partida de Mateo Matos cierra un capítulo precioso en la historia del hipismo puertorriqueño llamado Camarero. Aquel caballo de carreras que dejó establecida la marca mundial de más victorias consecutivas de forma invicta a mediados de la década de 1950 en los antiguos hipódromos de San Juan.

Mateo montó a Camarero en la mayor parte de la racha de las 56 victorias que dejó para el récord, y eso, de por sí, lo convirtió en una leyenda del deporte hípico. Pero su grandeza no se limita a haber sido el jinete de la marca mundial.

La hazaña se produjo en una época en la que el hipismo no contaba con los adelantos tecnológicos de hoy día, como por ejemplo y bien importante, el llamado “film patrol” o cámaras estratégicamente ubicadas en la pista para captar las incidencias de las carreras desde distintos ángulos especialmente la acción de los jinetes.

El propio Mateo nos comentó en una ocasión que los jinetes de entonces se valían de toda clase de artimañas para intimidar a sus rivales en la pista, montando con estilos descabellados que rayaban muchas veces en total inseguridad.

Mateo no fue un jinete estrella que contara con extraordinarias cualidades, pero su carrera profesional despegó cuando comenzó a montar para el establo Lares, que era el más poderoso de la época. Esa entrada al establo más famoso de Puerto Rico se dio gracias a una de sus virtudes, quizás la más grande que tuvo: su honestidad.

Esa cualidad llevó al dueño del caballo Camarero, José Coll Vidal, a confiar la monta de su ejemplar a Mateo, con la confianza de que si Camarero perdía y no podía establecer la marca, quedaría conforme porque conocía de la rectitud del jinete que no se prestaba para manejos turbios en unos tiempos en que el hipismo no tenía gran fama.

Pero Matos y Camarero se encargaron de echar sombra sobre esa mala fama que tenía la hípica, creando una historia de la que nos debemos sentir orgullosos. A medida en que se acercaban a la gesta mundial el hipismo ganaba nuevos seguidores. Hoy día son muchos los que afirman que se hicieron hípicos gracias a Camarero.

Nada de lo anterior hubiese ocurrido y no estaríamos alabando la figura de Mateo, sino hubiese sido por su gran sentido de responsabilidad para la que fue su profesión, su rectitud como persona y sobre todo, su honestidad. Eso lo convierte en un ejemplo a seguir.