El domingo, 23 de febrero de 2003 –al filo de las seis de la tarde–, las ambiciones de un evento y el sueño de una atleta se encontraron sobre un puente erigido al tope de la laguna San José. Por un momento los ojos del mundo deportivo se posaron en Puerto Rico. Un récord había caído y otro había emergido.

La carrera sobre el Teodoro Moscoso logró sus anhelos de trascendencia global y la fondista Paula Radcliffe destrozó el estandarte mundial para féminas en los 10 kilómetros.

El cronómetro marcó 30:21 y comenzó la vigencia de una cifra que ha perdurado hasta hoy sin mucha resistencia. Con el resultado de aquél Moscoso, la británica superó el tiempo de 30:28 que había establecido el año anterior la marroquí Asmae Leghzaoui en el New York Mini K.

En la meta final no surgió tal cosa como un pelotón de elites que se esforzaban por el premio. El dominio de Radcliffe durante el recorrido fue tal que podía pagar el peaje y volver a la meta sin que su más cercana contendora cruzara la línea.

Fue la propia Leghzaoui –que veía su marca caer a menos de un año de obtenerla– quien le siguió en la meta con 1:14 minutos de retraso al registrar 31:35.

“Leghzaoui estuvo conmigo en los primeros tres kilómetros, pero después se quedó y seguí sola. En el kilómetro cinco me di cuenta que iba sola y que tenía ritmo de récord mundial. Yo vine a hacer mi plan de carrera”, comentó esa tarde la europea a Primera Hora después de la culminar el trayecto.

En aquella ocasión, la maratonista arribó a la Isla con claros antecedentes que permitían presagiar que iba a pulverizar la marca en suelo boricua. A meses de la procesión, había roto la marca mundial de maratón con 2:17:18 en la prueba de Chicago, cuando dejó atrás por casi minuto y medio los 2:18:47 que había instaurado la keniana Catherine Ndereba en la misma competencia en 2001.

Radcliffe también se convirtió en la primera extranjera en ganar consecutivamente el denominado World’s Best 10K. En 2002, en esta misma plaza había coqueteado con romper la misma plusmarca, pero se quedó corta por solo cuatro segundos. Poco sabía que lo lograría un año después.

“Era bien importante para mí. Había estado bien cerca de romper el récord de 10 kilómetros en varias ocasiones y no lo había hecho por uno o dos segundos. Pero la marca del maratón es más especial porque hay que trabajar más para lograrla. Aunque los 10K me dolieron más durante la carrera”, señaló la corredora, quien se despidió de la Isla con las manos llenas, ya que se agenció la friolera de $130,000 dólares.

Desde aquella tarde del 23 de febrero de 2003, muchas han sido las corredoras del mundo que han intentado igualar y sobrepasar la gesta de Radcliffe sobre el puente Teodoro Moscoso.

Ninguna ha tenido éxito. Su logro sigue siendo único en Puerto Rico.