Arland Miller y Lillie Alonso estaban agotados a su llegada hoy al aeropuerto internacional Luis Muñoz Marín.

No era para menos. El matrimonio boricua que participó el pasado lunes en el Maratón de Boston había pasado por un largo día y una noche llena de fuertes emociones luego del trágico suceso que desde el lunes tiene al mundo en vilo.

Miller y Alonso salieron ilesos de las dos bombas que explotaron cerca de la meta de la carrera, pero todavía siguen vivas en su memoria las imágenes de una ciudad paralizada por el terror en medio de un evento que empezó con alegría y terminó en lágrimas.   

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“Nos apenó mucho todo lo que vimos allá. Fue una tragedia. Lo que debería haber sido la culminación de un entrenamiento, la realidad es que cogió otro significado”, expresó Miller una vez salió de la terminal.

 La pareja tiene una relación especial con la ciudad de Boston, por lo que, además de ser testigo directo del trágico suceso, la siente en sus corazones.

“La ciudad significa mucho para nosotros, los dos nos graduamos allí, nuestro hijo mayor va a estudiar allí. La ciudad de Boston es como nuestra segunda casa, nos sentimos bien seguros cada vez que vamos y esto nos tomó por sorpresa”, dijo Alonso a su llegada al aeropuerto Luis Muñoz Marín.

Miller y su esposa escucharon las detonaciones desde su habitación en el piso 32 del hotel The Westin Copley Place,  a una cuadra de la meta de la carrera, donde explotaron las bombas.

Miller explicó que, cerca de la meta, hay un hospital para atender a los corredores que llegan debilitados y su personal fue el que se encargó de socorrer inmediatamente a las víctimas.

Al conocerse ayer que se investigan los hechos como un acto terrorista, Miller lo catalogó de “cobarde”.

“Ocurrió  en el lugar donde querían mayor impacto visual porque todas las cámaras estaban allí tomando ese tramo final, lo que debería ser la culminación de las 26 millas. Ahí, en el momento en que uno llega, sube los brazos y dice: ‘Lo logré’, ese es el mismo lugar en que ocurrió la tragedia”, añadió el comerciante.

Pero esta pareja no solo escuchó las detonaciones, sino que el mismo hotel donde se hospedaba fue utilizado como cuartel general de las autoridades policiacas y militares.

“Ellos movilizaron el centro de mando justamente en el tercer piso del hotel, el lobby estaba totalmente lleno de efectivos militares, full combat, con armas largas. No dejaban a nadie entrar ni salir de la estructura, así que en parte nos sentíamos seguros allí, pero obviamente teníamos la preocupación de cómo regresar a la Isla”, explicó Miller.

Ambiente positivo

Por razones obvias, el matrimonio durmió poco la noche del lunes. Pero ayer,  el ambiente ya estaba más tranquilo.

“El ambiente yo lo percibo como un boxeador, después que te tumban, era una ciudad que estaba comenzando a reaccionar”, expresó el corredor.

“Lo que se veía (ayer)  era una actitud así como ‘a esta gente la vamos a coger, esto lo tenemos que solucionar’”, añadió Miller.

Debido a que su hotel estaba dentro del perímetro protegido por las autoridades,  Alonso y su esposo tuvieron que caminar ayer en la mañana varias cuadras para poder tomar un taxi que los llevara al aeropuerto.

Una vez en el aeropuerto, los oficiales de seguridad estaban identificando a los corredores del maratón para preguntarles si habían visto algo sospechoso.

“Los policías estaban de buen ánimo, fueron muy amables”, explicó Alonso, quien entiende que “las tragedias unen a la gente”.

 Todavía, según Alonso, la gente estaba en shock, pero en la ciudad se percibía cierto positivismo.

Volverán

Tanta es la pasión que sienten por el fondismo y por la ciudad de Boston, que Miller y Alonso están dispuestos a seguir participando en la famosa carrera.

“Yo creo que el entusiasmo es más. Creo que han tocado el evento más importante para los que nos apasiona correr. No podemos dejar que esto nos afecte, así que el año que viene estaremos ahí”, dijo Miller.

Su esposa se siente identificada con las familias de las víctimas y heridos, pues se trataba de una actividad familiar en la que había muchos niños.

“Es un golpe fuerte, pero vamos el año que viene de nuevo”, concluyó Alonso.