Luego de una vida de sacrificios, de alegrías y lágrimas, los padres de Mónica Puig Marchán vivieron el sueño de todo padre que cría un atleta.

Hoy, desde la distancia, José “Pepe” Puig y Astrid Marchán vieron a su hija convertirse en campeona olímpica.

Mónica, de 22 años, le dio a Puerto Rico su primera medalla de oro en unas Olimpiadas.

Ambos no pudieron realizar el viaje a Río de Janeiro al tener sus respectivos pasaportes en la embajada de China, pues se preparan para acompañar a su hija al último torneo de la Asociación de Tenis de Mujeres (WTA, por sus siglas en inglés). Así que, en la tranquilidad de su hogar y con otros familiares, vivieron un sueño difícil de poner en palabras.

“No tengo palabras para expresar el trabajo y el esfuerzo que puso Mónica esta noche. Este era el sueño que ella siempre ha tenido”, relató Astrid vía telefónica a Primera Hora desde su hogar en Miami.

José, por su parte, contó que se vivieron el momento como si estuvieran en Río de Janeiro.

“Todos hicimos coro para cantar La Borinqueña”, afirmó el padre de la ahora campeona olímpica.

Astrid contó que, para presenciar el partido, era importante reunirse en familia y gozar de la tranquilidad que brinda el hogar que comparten con su hija cuando no está en el ‘tour’ profesional. Allí también está el nuevo perrito de Mónica, un cachorro que la tenista bautizó como Río.

“Todo el mundo quería que me fuera para Puerto Rico, pero lo que quería era tener paz y tranquilidad, quería pasar este momento especial con mi esposo y mi hijo Ricardo. Tengo a mi prima Ana Cintrón y mi hermano Fernando Marchán también en casa, y fue un momento especial. Nos abrazamos todos. Le dije a mi esposo ‘lo logramos’”, recordó Astrid.

Sobre la medalla de oro de su hija, Astrid contó que “era un sueño” de ella. Mientras que todos los tenistas profesionales aspiran a un ‘grand slam’, la meta primordial de Mónica era una medalla olímpica para Puerto Rico.

“Lo ha querido más que un grand slam, porque ella sabe que las Olimpiadas vienen cada cuatro años. Sabe que estas oportunidades no se dan toda la vida. Ir a un torneo se da todas las semanas, e ir a un grand slam se da todos los años. Pero no las Olimpiadas”, enfatizó Astrid.

Aunque la familia Puig Marchán reside en Miami, siempre le inculcaron a Mónica el amor por Puerto Rico. La tenista viaja todos los años a la Isla, donde residen sus tíos, abuelos y primos. Según contó la orgullosa madre, para Mónica era importante dar un ejemplo a la juventud de Puerto Rico, un país sumergido en su peor crisis económica y social.

“Yo sé que Puerto Rico está pasando por muchas cosas. Pero Mónica ha dado un mensaje hacia la juventud, y se nota que la juventud está respondiendo. Si tienes perseverancia, las cosas se logran. Ese es el mensaje. Cuando tienes un deseo, meterle empeño”, dijo Astrid, recordando que Mónica tuvo varios tropiezos recientes, como su derrota en la final del torneo de Sídney a principios de año.

“Muchas veces Mónica llega a una final y las ha perdido, no porque las otras eran mejores. Es que, de momento, llegó a esa final y se drenó. La Mónica que vimos hoy fue una Mónica madura, que no se iba a drenar hasta lograr su meta”, destacó Astrid.  

De igual manera, José enfatizó en la voluntad de su hija. Mónica, de 5’7” de estatura, es una jugadora bajita en comparación con otras tenistas del tour. Ese, según José, es el mayor atributo de su hija.  

“Es importante la voluntad que ella siempre ha tenido. Nunca ha sido la jugadora más grande, más fuerte del grupo, ni la más rápida. Aun cuando no ha sido la escogida por los expertos, ella misma ha trabajado en su juego, en sus áreas débiles”, dijo José, quien reveló que dejó soltar las lágrimas mientras cantaba La Borinqueña.