Cuando se habla de la carrera de Carlitos Colón, lo primero que le viene a la mente a muchos de sus fanáticos son sus guerras sin cuartel con Abdullah The Butcher y posiblemente su conquista del campeonato Universal en la lucha unificatoria con Ric Flair en el 1983.

Sin embargo, la lucha que desarrolló la mayor anticipación en su carrera fue su inesperada unión con ‘el Carnicero’ Abdullah para enfrentar a los mastodontes Bruiser Brody y Stan Hansen en el cartel de Aniversario 1984 en el estadio Hiram Bithorn.

Para los que vivimos aquel momento, fue el mejor ‘ángulo’ que se haya creado en la lucha libre de Puerto Rico.

Yo tenía 11 años de edad y había sido testigo de muchas de las sangrientas batallas de Carlitos con Abdullah y del temor que Abdullah generaba en la afición boricua. Cuando Abdullah entraba al ring, las personas salían corriendo para salirse del medio y hasta se tropezaban. El verlo enfrentar a Carlitos, que en ese momento era un ídolo con igual o mayor arraigo que el púgil Félix “Tito’ Trinidad en su apogeo, le creaba preocupación a todo fanático. Nadie quería ver a nuestro Carlitos salir lastimado. 

En aquel momento, Carlitos era el héroe nacional, el mata-dragones que derrotaba a todos los gigantes o los nombres grandes que pisaban Puerto Rico. Era nuestro David contra todos los Goliaths que venían a hacerle frente y querían plantar bandera en la Isla.

Pero cuando Brody, de 6’8”de estatura, y Hansen, de unos 6’6” de estatura,  llegaron a Puerto Rico, Carlitos no podía con los dos. Apenas podía con uno y eventualmente entre Hansen y Brody masacraron al “Acróbata de Puerto Rico”.

Semejante ofensa no podía quedar sin ser vengada. Colón, reconociendo que Abdullah venía de tener batallas con Brody y Hansen en Japón y en la World Class Wrestling de Texas, hizo su movida. Esos feudos entre rudos –que no eran muy comunes en aquel momento- ya se habían filtrado en la Isla a través de la magia del cable TV que empezaba a expandirse. Sabiendo esto, Carlitos creó el drama en el que visitaba a Abdullah en su residencia en Atlanta, cargando un maletín con $10,000 para reclutar sus servicios como ‘mercenario’.

Para el fanático era una movida desesperada, pero necesaria, pues Carlitos había tratado de lidiar con Brody y Hansen haciendo pareja con otros luchadores locales pero la desventaja física se imponía y solo la contratación de otro ‘monstruo’ podría equiparar las posibilidades de triunfo.

Como parte de la historia, Abdullah inicialmente ni siquiera quería recibir a Colón a su residencia, pero tras ver el dinero ofrecido aceptó el trato con alguna renuencia. Y así se conseguía la unión de dos archienemigos para enfrentar a un enemigo común más grande. 

¿Traicionaría Abdullah?

Por varias semanas antes de esa explosiva unión se especulaba en torno a la probabilidad de que Abdullah traicionara a Carlitos en plena lucha y entre él, Brody y Hansen hicieran papilla al astro boricua. Era un temor que le tenía los pelos de punta a todo fanático acérrimo de Colón.

Como era de esperarse, ese 15 de septiembre de 1984 el estadio Hiram Bithorn se llenó de tepe a tepe con más de 35,000 personas –algo que debe ser un récord aún hoy día para cualquier evento deportivo o concierto en Puerto Rico-. Había gente hasta trepada en las paredes de los jardines del parque.

Yo fui ese día con mi vecino Domingo (que en paz descanse), quien era el barbero del barrio y que al igual que yo era un fanático acérrimo de la lucha libre en ese momento.

Aquel cartel estaba repleto de grandes estrellas como Randy “Macho Man” Savage derrotando a Pedro Morales, The Barbarian venciendo a El Invader #1, King Tonga y Daniel Martel imponiéndose a Los Pastores de Nueva Zelanda y Dory Funk Jr. luchando para un empate con Al Pérez, entre otros combates.

Pero la pelea que todo el mundo esperaba era la de Carlitos y Abdullah contra Brody y Hansen.

La ovación más grande jamás escuchada 

Llegó el momento de la verdad y la lucha la comenzó Carlitos con Abdullah en la esquina. Era el escenario perfecto para crear la tensión cuando Carlitos fuera a darle la mano. Si hubiese empezado Abdullah la lucha, no habría tanta expectativa.

La ansiedad estaba a mil revoluciones y la gente no se sentó desde que los luchadores salieron del camerino. Yo me tuve que trepar en la silla para poder seguir la acción.

Como era de esperarse, no pasó mucho tiempo para que Carlitos fuera un baño de sangre a causa de la golpiza que Brody y Hansen le estuvieron propinando. Pero Carlitos finalmente logró escaparse de las garras de Brody y llegó arrodillado a la esquina de Abdullah con su rostro ensangrentado, su brazo extendido como si estuviera pidiendo piedad y con apenas energías en su cuerpo.

Colón estaba a merced de lo que Abdullah quisiera hacer. Era el momento perfecto para la traición. Ahí Abdullah le dio la mano,  entró al “ring” y se paró frente a un Carlitos arrodillado que lo miraba indefenso. Abdullah entonces sacó su famoso tenedor de su trusa y observó a Carlitos como tentado a atacarlo. Luego miró hacia el horizonte en la otra esquina a Brody, quien esperaba con anticipación qué era lo que iba a suceder.

Abdullah repitió sus miradas a Carlitos y a Brody como tratando de decidirse a quién iba a atacar con el tenedor y la muchedumbre del Hiram Bithorn parecía estar petrificada en anticipación.

De momento, tras Abdullah dar su última mirada a Carlitos, la emprendió con el tenedor contra Brody y luego contra Hansen. Y en ese instante, lo que se escuchó fue un estruendoso “¡Juaaaaaaaaaaaa!” que pareció hacer temblar la tierra. Les aseguro que he estado en cientos de eventos deportivos y conciertos y nunca en mi vida he vuelto a escuchar una ovación de emoción más grande que aquella de ese 15 de septiembre de 1984.

Era un “jua” de alivio, de emoción, de muchas tensiones liberadas, de puro éxtasis. Abdullah no traicionó a Carlitos –al menos no esa noche– y cumplió su palabra para “darlesd una lección” a Brody y a Hansen.

La lucha terminó en una doble descalificación con ambas parejas dándose con todo lo que apareciera en el camino, fueran palos o sillas, hasta llegar a los camerinos mientras la gente no dejaba de brincar encima de las sillas, incluyendo un servidor.

Recuerdo que un viejito que estaba sentado a mi izquierda comenzó a llorar de emoción diciendo varias veces “Abdullah no traicionó a Carlitos, Abdullah no traicionó a Carlitos”. Hasta a mí se me aguaron lo ojos de felicidad. La gente salió esa noche complacida y convencida de que había sido parte de algo histórico.

Abdullah y Carlitos volverían a enfrentar a Hansen y Brody un par de veces más, incluyendo un “lumberjack match” con luchadores rodeando el cuadrilátero. Su cuarto duelo sería una lucha enjaulados con Carlitos y Abdullah saliendo airosos porque Abdullah salió primero de la jaula. Sin embargo, Abdullah no regresó y Colón fue masacrado otra vez en la jaula por Brody y Hansen, teniendo entonces que recurrir a la ayuda de King Tonga para futuros duelos con la pareja texana, amén de buscar desquite con Abdullah.

Pero al menos en aquella noche, Abdullah cumplió su “rol” y los fanáticos que asistieron a aquel cartel nunca olvidarán esa memorable lucha, la más anticipada en la historia de la lucha libre en Puerto Rico.