Toronto.- El pastor Abel Casillas y su esposa Mayra son de los pocos puertorriqueños que residen en Toronto. Llegaron a Canadá hace 33 años, cuando Abel fue llamado por una organización canadiense para servir como pastor en una iglesia evangélica para hispanos, y desde que se mudó ha fundado 25 iglesias para la comunidad latina.

En la congregación que dirige en estos momentos hay feligreses de aproximadamente 36 nacionalidades distintas, y él y su familia, son los únicos puertorriqueños.

“Hay como 25 puertorriqueños en todo Canadá por las estadísticas que he escuchado. Es que vienen y se van porque son llamados por compañías pero no soportan el frío. Aunque hay ciudades en Estados Unidos donde hace más frío que aquí”, contó Abel, quien no ha conocido casi boricuas en las décadas que lleva viviendo y compartiendo con la comunidad latina en Ontario. 

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La pareja y sus tres hijos, nacidos en Canadá, tienen doble ciudadanía. Sus vástagos hablan inglés y español, y todos aseguran que aunque son canadienses, primero son boricuas.

“Nuestros hijos han mantenido lo que son nuestras culturas y tradiciones. Aunque ellos son canadienses cuanto entras a su cuarto lo que encuentras son ‘banners’ de los Islanders y Roberto Clemente. Ellos no se olvidan de sus raíces. Son muy orgullosos de Puerto Rico. A pesar de ser canadienses, ellos dicen que son boricuas”, relató, por su parte, Mayra.

Para el pastor, sus años en Canadá han sido de gran aprendizaje. El poder compartir con tantas culturas diferentes, le ha enseñado de la vida en países que jamás imaginó conocer.

“Toronto es la ciudad más multicultural del mundo y en mi iglesia no solo tengo hispanos. Hay de países como Nigeria, el Congo, Sudáfrica, Vietnam, Grecia y uno se enriquece con toda esa cultura. La verdad que para mí ha sido un aprendizaje impresionante y constante”, explicó.

Abel manifestó que una de las cosas que más le gusta de vivir en este país de Norteamérica es que se trata de un territorio que te permite y motiva a mantener y celebrar tus raíces.

“Estados Unidos como que te envuelve en el sistema. Aquí tu puedes seguir tu cultura, hay como una celebración de la cultura de cada inmigrante”, narró, quien junto a su familia no deja pasar la oportunidad para celebrar festividades tradicionales como el Día de Reyes.

Otro aspecto que Abel destacó disfrutar es la seguridad. Según el hombre, hay un gran sistema judicial y una impresionante conciencia ambiental.

“Aquí he aprendido a valorar y proteger el medioambiente y los animales. Es interesante que algo tan sencillo como la basura… yo casi no hago basura en mi casa porque todo se recicla. El plástico, la comida, el cartón. Es un país muy limpio, que ama mucho la naturaleza y los animales, y los defiende y los protege”, señaló.

En cada esquina de la ciudad los zafacones que se ven son de reciclaje, con cuatro divisiones: composta, plástico, papel (de cualquier tipo) y el resto de la basura.

Además, resaltó que, aunque los impuestos son elevados, el servicio que da el gobierno es palpable, no hay que luchar contra burocracias administrativas y el parlamento se enfoca en educar constantemente a sus residentes.

“Pagamos muchos ‘taxes’ pero recibimos los beneficios al respecto. El servicio médico es de primera clase. Yo voy a cualquier hospital, cualquier clínica y no tengo que pagar nada. Las cosas se hacen fáciles y accesibles. Además de eso, te enseñan cómo ahorrar, cómo cuidar tú pensión. Como que el gobierno educa mucho a la gente para la vida diaria e invierte tiempo en la educación”, dijo.

La educación en Canadá es gratuita, incluso, en colegios católicos. Abel explicó que el sistema educativo se enfoca en ayudar al estudiante a definir las áreas que le apasionan y dominan para que cuando se gradúe de escuela superior pueda tener formado el perfil de lo que realmente quiere hacer con su vida en el futuro.

“La política aquí es bien diferente a la de Puerto Rico. Aquí es un socialismo-capitalista-parlamentarista. Y funciona muy diferente, tuve que aprender mucho para lograr entender el sistema político de este país”, añadió.

Abel viaja junto a su familia todos los años a Puerto Rico durante los meses de octubre y noviembre. Cuando llega a la Isla, además de visitar a sus familiares, le gusta pasear por las costas y los campos y visitar los kioskos de comida típica que tanto extraña cuando se va.

“Paso el tiempo comendo en kioskos para probar las tantas cosas ricas y nuevas que se han inventado los puertorriqueños como el trifongo, los tostones de pana, el flancocho y, especialmente, los bacalaítos”, detalló quien asiste a los Juegos Panamericanos en apoyo a dos banderas. 

Para Abel, así como hay muchas cosas que Puerto Rico puede aprender del sistema canadiense también hay mucho que Puerto Rico puede enseñar.

“El espíritu de conversación, la alegría, la gente, el gozo, considero que eso puede influenciar positivamente. Esa personalidad que tiene el puertorriqueño me parece muy necesario para el canadiense que son más secos y reservados”, destacó.