LOS ANGELES - Los corazones se aceleran, se quedan sin palabras, las manos les sudan, en fin, el nerviosismo se apodera de ellos cuando ven a sus retoños listos para entrar al ruedo en un evento deportivo internacional.

Las múltiples prácticas, entrenamientos, fogueos y competencias locales a las que los llevan durante todo el año en Puerto Rico no los preparan para este momento. Todo eso se queda corto.

“Cuando va a correr, ese corazón se pone a las millas. Ellos corren y el corazón acá hace “bum, bum, bum”. Es bien, bien fuerte”, manifestó Maritza Lizardi, madre de la corredora Zuleyka Ortiz Lizardi, activa en los Juegos Mundiales de Olimpiadas Especiales.

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La experiencia es similar para Maricely Collazo, madre de la atleta Isabelmarie Cardona Collazo.

“Me muero cuando la veo en la pista, porque no es lo mismo una práctica que unos Mundiales. Esto es algo que uno no puede explicar”, sostuvo Collazo.

No obstante, les toca a los padres, madres, hermanos, tíos, abuelos y demás parientes que tienen la oportunidad de presenciar las competencias en vivo, disimular sus emociones para no ejercer presiones indebidas sobre los atletas y evitar desconcentrarlos.

“Tenemos que tratar de que esas emociones no se las pasemos a los atletas. Tratamos de aguantar todo lo que podamos y cuando ellos llegan los abrazamos, los besamos y les decimos que está todo bien”, señaló Collazo.

A Zuleyka Ortiz Lizardi la fueron a ver a Los Ángeles su madre, su padre Benjamín Ortiz Caraballo y su abuela materna Lidia Puschales.

“Vine a apoyar a mi nena y a los demás participantes”, comentó Ortiz Caraballo.

En el caso de Isabelmarie Cardona Collazo, se encuentran en California su madre y su hermana Wilmarie.

“Para mí es un gran orgullo que ella este aquí porque muchas veces no le dan el valor que estos niños especiales tienen”, expresó la hermana menor de la corredora.

En esta competencia, Isabelmarie se llevó la medalla de plata en los 200 metros.