José Mieles dice con serenidad que hoy celebrará un Acción de Gracias común y corriente.

Humilde, el muchacho.

 Lo que Mieles pasó desde el 2015 hasta el verano pasado y lo que ha tenido que superar es para celebrar con un lechón de 100 libras en vez de un pavito de 30 y un ‘Gracias Dios’ escrito en un cruzacalles.

Mieles tiene razones para evitar tantas emociones.

 “Dios nos da y nos quita. Eso es parte de la ley de vida. Hay que dar gracias por lo nos quita y lo que nos da”, razonó.

Ciertamente agradece a Dios porque le ha dado un nuevo trabajo en la dirección de los Indios de Mayagüez en la Liga de Voleibol Superior Masculino con la familia Guilloty.  Y esta semana también le dio otro como dirigente de las Indias que inician su temporada Superior 2017 en enero.

Pero previo a ese maná en tiempos difíciles, lo que Mieles  vio venir de frente o inesperadamente entre un momento del 2015 y el 2016 fueron puras pérdidas. 

Perdió a su señora madre en en el verano 2015. Lo recuerda aún hoy día con un nudo en la garganta.

También perdió en el verano el puesto de dirigente en la Selección Nacional femenina que desde entonces sabía de  la gran oportunidad que tenía de clasificar a las Olímpiadas.

Pudo haber estado en Río 2016, pero vio los Juegos desde su casa durante el mismo verano en el que también perdió un trabajo que ocupó durante  14 años como maestro de Educación Física en un colegio de San Juan. La pérdida de ese empleo fue otro duro golpe pues el mismo les ofrecía los medios de sustento de su hogar de tres personas.

Para colmo de males, meses después también conoció que no regresaría a dirigir a las Leonas en el 2017 luego de tres exitosas temporadas al mando de ellas.  

Y para completar el difícil cuadro, vivió también la experiencia de salir de la casa a buscar empleo y tener que regresar a la casa sin buenas nuevas.

“Lo peor no es perder el trabajo, es no encontrar trabajo. Pero Dios aprieta, pero no ahorca”, destacó Mieles, quien  contó  que no llegó a tocar fondo, pero que sí sintió una llamada interior que le dijo “despiértate”, “levántate”.

“Los  canales le cambian a uno. La vida te cambia de un momento a otro. Pero hay que reinventarse porque la vida continua. Hay que laborar”.

“Hay que seguir buscando la forma. Donde se cierra una puerta, se abren 20. Y hay que dar gracias por eso. No nos podemos quedar apenados porque son pruebas que Dios le pone a uno”, agregó.

Ahora también tiene un trabajo de coach en la Guaynabo Volleyball Academy, aunque le sigue haciendo falta enseñar a nivel escolar.

También tiene experiencia de vida con las que aprende.

“En la vida cada acción tiene una reacción. Todo lo que sucede tiene unas consecuencia. Uno es hombre y los humanos cometen errores. Ahora tengo otra visión de vida”, dijo.

También aprendió con quien contó para levantarse.

“La familia de uno. Las amistades de uno bien cercanas. Gente que se preocupó, que entró conmigo en el proceso de buscar trabajo, y especialmente las hijas de uno”.