Con apenas 24 primaveras en su cuerpo, Dariam Acevedo carga sobre sus hombros una gran responsabilidad.

Como cocapitana de las Mets de Guaynabo, Acevedo ha jugado un papel instrumental en la virazón que han experimentado las Mets esta temporada. El año pasado, el equipo cerró en la última posición con foja de 3-19, pero este año Guaynabo clasificó a los cuartos de final y actualmente juega para récord de 8-11.

Egresada de la Universidad de Texas, su seguridad dentro de la cancha, más su experiencia con la Selección Nacional le dieron a su dirigente, Jorge Pérez Vento, las herramientas para nombrarla cocapitana junto con la refuerzo dominicana Cosiris Rodríguez.

Como parte de las 10 Jugadoras Más Bellas y Poderosas, Acevedo participó en una sesión fotográfica y conversó con PRIMERA HORA sobre diversos temas, tanto del voleibol como de sus experiencias vividas.

¿Se te hizo difícil abrirte camino en los cuatro años que jugaste con las Longhorns de la Universidad de Texas?

“En algunos aspectos sí, porque hay un aspecto cultural, pero más que nada, en la cancha tenía que competir con esquinas con mucha más estatura que yo. Al venir de otro país siempre está la expectativa de los entrenadores, de exigir y decir que tienes que hacer el trabajo. En ese aspecto fue un reto.

Pero de lo bueno y de lo malo siempre se aprende, y, gracias a Dios, salió bien todo”.

En esos cuatro años, ¿tuviste un maestro al que odiaste o que te gustó?

“(Se ríe) Bueno, hay buenos y hay malos, pero los peores siempre fueron los que nunca querían cooperar con el hecho de que yo era atleta. Ésos fueron, básicamente, los únicos que, uno dice, lo hicieron difícil. Pero de ellos uno siempre saca, porque en la vida nada es fácil”.

¿Tu temporada de novata en la LVSF fue el año pasado?

“Yo había jugado ya tres años con las Chicas de San Juan. Mi temporada de novata creo que fue en el 1996. Debuté como esquina, pero no era regular, pues tenía que competir con Sheila López y Elaine López”.

¿Recuerdas tu primer partido en la LVSF?

“Me acuerdo que fue contra las Criollas de Caguas. Ya la temporada había comenzado y entré a jugar del banco. ¡Me tiraron a los leones rápido! (Se ríe). Fue como que toma, juega ahí. En Caguas, casa llena... como dicen me tiraron al medio. (se ríe)”.

De tu experiencia en la liga o en la NCAA, ¿tuviste o tienes un rival o equipo al que odias enfrentarte?

“Casi siempre se me hace difícil jugar con los equipos de abajo. Son los peores rivales, porque toda la motivación viene de uno mismo, y de jugar a un nivel y no bajar al nivel del contrario. Siempre son esos equipos los más difíciles para enfrentar”.

¿Qué otros deportes practicaste además del voleibol?

“He practicado la natación, el béisbol, también pista y campo, y hasta tenis de mesa. Había jugado voleibol desde los siete años y, en lo recreacional, hacía muchas cosas, pero llegué al punto que quería jugar voleibol y ya a los 12 años me decidí por el voleibol solamente”.

¿Cuál ha sido el mejor regalo que has recibido?

“Mi familia y el apoyo que siempre me han dado. Además de mi familia, tener gente que siempre quieren ver a uno bieun así siempre saben criticarte y decirte cuáles son las cosas que tienes que mejorar”.

Yo he visto a tu papá en muchos juegos, así que, ¿me imagino que es tu peor crítico, que siempre está encima de ti en los juegos de voleibol?

“Fíjate, no es que esté encima. Ya van muchos años que él ha estado conmigo, y de verdad que su palabra cuenta. Es mi papá, pero todo lo que él me dice siempre llega”.

¿Qué significa el voleibol para ti?

“Para mí, el voleibol significa muchas cosas, pero, sobre todo, es lo que yo creo que Dios me dio el talento para hacer y, gracias a Él, he aprendido y realizado muchas cosas, tanto en lo personal como en lo deportivo. Este deporte conlleva actitud, dedicación y respeto a los demás y a uno mismo. Para mí, esto es lo que yo creo que vine a este mundo a hacer”.

(Nota del editor: Quinto de una serie de diez perfiles de las voleibolistas más bellas y poderosas en la Liga de Voleibol Superior Femenino.)