Antonia Santiago Rivera muestra sus manos con 74 años al explicar cómo, sin escolaridad, educó y alimentó  a sus siete hijos. Ella es todavía la comerciante activa más antigua del Paseo Río Hondo en Bayamón y aunque mira con  tristeza el decrecimiento del casco urbano, dice que permanecerá vendiendo las piezas que confecciona hasta que su cuerpo lo resista. 

“Llevo 36 años vendiendo en el Paseo Río Hondo. Estoy aquí desde que abrió y soy la única de esa época que todavía está  vendiendo”, dijo la septuagenaria, a quien llaman Toñita. 

La mujer originaria del barrio Palmarito en Corozal, explicó que el tiempo cambió muy poco en su rutina de negocios, pues continúa abriendo las puertas de su local a las 7:30 a.m., con cientos de pequeñas piezas folclóricas que hizo con sus manos. 

“Yo no pude estudiar porque no tuve alternativa. He estado trabajando desde que recuerdo. Mi padre me enseñó a sembrar y a cultivar. Así comencé a vender hortalizas y verduras en Río Piedras hasta que me mudé a Bayamón”, narró la comerciante. 

Residente por décadas en el barrio Buena Vista, Santiago Rivera aprendió por necesidad a crear piezas de arte con cerámica y madera. Practicó, según dijo, hasta que supo cómo hacer hamacas y artesanías. 

“La gente viene a buscar piezas de recuerdo. Yo comencé vendiendo solamente para la época de las Madres y para Navidad. Pero a la gente le gustó tanto que tuve que comenzar a vender todos los días. Hasta el sol de hoy, han pasado 36 años”, declaró la artesana.

“Aquí me puso Dios y aquí voy a estar hasta que Él lo decida”, agregó la comerciante. 

Mencionó que el trabajo diario en el kiosco 14 se convirtió en una terapia con la que es posible combatir la nostalgia que acumuló con los años. 

“De este kiosco fue que salió el trabajo con el que pude ayudar a mis hijos. Este lugar me recuerda al trabajo de mi papá y he hecho amigas. Mis hijos me dicen que me quede en casa. Pero yo no pienso irme de aquí”, expresó la veterana comerciante.

Admitió que aunque sus pasos ahora más lentos, son solamente un recuerdo del trabajo que comenzó en las montañas de Corozal y que todavía no termina en Bayamón. 

La dura experiencia, dice, no la priva de adquirir nuevos conocimientos, pues todos los días aprende una  forma de salir adelante.

MERCADO VACÍO

Los figurines de recuerdo que Santiago Rivera comercializa desde el casco urbano de Bayamón, son también una advertencia  del estado inestable en el que se sumergió el comercio y la economía de la Isla. 

“Esto ha cambiado en un  100%. Yo tuve hasta cinco empleados trabajando conmigo y ya llevo años trabajando sola, porque no se vende ni una parte de lo que se vendía antes”, describió la mujer. 

Santiago Rivera compartió que vio cómo cerraron gradualmente decenas de negocios que abrieron sus puertas al mismo tiempo. “Esto está vacío. Antes yo me quedaba hasta las 6:30 p.m. trabajando y ahora tengo que cerrar a las 3:00 p.m. Después de esa hora, aquí no hay nadie y eso es triste”, opinó la experimentada vendedora. 

Narró que dos de sus siete hijos -como miles de puertorriqueños- salieron recientemente a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de empleo y que en vista del estado económico de la Isla, ambos le ofrecieron ya un pasaje aéreo hasta allá. 

“Yo no quiero irme y no lo voy a hacer. Pero hacer negocios no está fácil y menos aquí en el pueblo”, admitió Santiago Rivera.