Los ritmos autóctonos puertorriqueños han estado estrechamente ligados al desarrollo de la salsa. La razón es muy sencilla: los boricuas tuvieron mucho que ver con la creación de este género que nació en la ciudad de Nueva York para mediados de la década de los sesenta.

La formación de estos músicos y cantantes fue determinante para que nuestra bomba y nuestra plena aparecieran muy temprano en la historia de lo que se conoce hoy como la salsa.

Es imposible hablar de esto sin mencionar los nombres de Rafael Cortijo y su Combo con Ismael Rivera, Moncho Leña, Mon Rivera y César Concepción. En la era del mambo, el chachachá e inclusive la pachanga  (época previa a la salsa), estos artistas se destacaron tocando bomba y plena en los grandes salones, y haciendo que estos ritmos nuestros compitieran de tú a tú con los ritmos de  moda y las grandes orquestas de música bailable de la época.

No pretendo ser historiador, pero es de conocimiento público que estos artistas crearon un sonido más comercial y popular que hizo la diferencia de lo que es el folclore, y acercaron más al público a esta música en los salones de baile y la venta de discos. Incluso, la utilización de algunos instrumentos no convencionales ayudó a este fenómeno musical.

A medida que la llamada salsa fue tomando forma, nuestra música puertorriqueña comienza a aparecer en diferentes grabaciones de artistas que, por cultivar música bailable, fueron considerados inmediatamente como salseros, haciendo el puente para que nuestros ritmos fueran considerados como salsa, para los nuevos fanáticos que desconocían nuestra música popular y folklórica.

Es por esto que versiones de bombas y plenas, con arreglos modernos y armonías con influencias del jazz así como la música cubana, formaron parte del repertorio regular de los intérpretes salseros más populares.

Con el paso del tiempo, los salseros se alejaron de estos ritmos y, como resultado, también se alejaron nuestros ritmos de los salones de baile. La bomba y la plena se limitaron a ser solo matices en los grandes arreglos, según mi opinión, restringiendo así al género a un solo patrón rítmico para interpretar y complacer al público bailador.

Algunos salseros hicieron grabaciones muy importantes intentando devolverle el protagonismo a la bomba y la plena ante el público. Uno de mis favoritos es la producción El niño, el hombre, el soñador y el loco, de Lalo Rodríguez; para mí, una joya.

Es justo reconocer que son muchos los artistas comprometidos con el folklore aquí en Puerto Rico y en los Estados Unidos, y que a través de los años han defendido la cultura puertorriqueña. Por otro lado, se han creado, con muchísimo éxito, diferentes grupos (mayormente de plena) con una orientación más comercial, fusionando nuestros ritmos con otros ritmos caribeños y suramericanos. Curiosamente, estos grupos han sido creados, en su mayoría, por gente joven.

En estos días donde la globalización, las colaboraciones y las fusiones son la orden del día, sería interesante que nuestros salseros vuelvan a aprovechar  nuestros ritmos, como se hizo anteriormente, y enriquezcan su repertorio con... ¡salsa, bomba y plena!

¡Camínalo!