La eterna controversia entre algunos fanáticos y algunos artistas salseros ha sido si la capacidad de ser un sonero define o cualifica el talento de un cantante de salsa. 

Para beneficio del lector, un sonero es un cantante de salsa que tiene la capacidad de improvisar y que, además, posee un dominio del ritmo que le permite “jugar con la clave”, que es el patrón rítmico sobre el cual se construye este tipo de música. Es ahí donde comienza la controversia. 

Pienso que a través de los años los artistas puertorriqueños han podido desarrollar y depurar ambos conceptos. Para los músicos y cantantes boricuas, la clave es casi una religión, y no seguirla o “brincarla”, como se dice en el argot, se considera casi un delito.

Por otra parte, el sonero improvisador, aquel que con su lírica reta al coro con un estilo agresivo, es otro de los conceptos que nuestros cantantes (los de Puerto Rico) ayudaron a definir. 

En una época, la calidad y popularidad de un cantante de salsa dependía de su habilidad para improvisar. De hecho, el público se emocionaba cuando el cantante hacía “soneos” que no habían sido grabados. Esta habilidad situaba a los “soneros” en una categoría superior entre sus iguales.

Todavía los puristas utilizan este criterio para catalogar la calidad de los cantantes de este género.

Como diría la canción de Sylvia Rexach: “Hay variedad de opiniones”. 

Además, muchos de los cantantes del movimiento de la llamada salsa tradicional fueron reconocidos como grandes soneros sin tener dominio de la improvisación. Siendo una habilidad dominada por pocos, los soneros improvisadores siempre fueron los menos.

Opino que esto de no improvisar no desacredita a nadie; simplemente hace la diferencia.

Como siempre pasa, algunos son más articulados que otros y hacen mejor uso del contenido, el ritmo y la melodía que los demás.

La coherencia de un sonero, respecto al tema sobre el cual se está improvisando, es otro elemento a tomar en cuenta.

Entre los  cantantes de la nueva generación he escuchado muchos muy buenos de los dos grupos: los intérpretes y los improvisadores. Siempre destaco el hecho de que los muchachos nuevos están haciendo tremendo trabajo, y lo que necesitan es más exposición.

Escuché una vez al maestro Willie Rosario decir que para él un sonero no necesariamente tenía que ser un improvisador, que simplemente tenía que ser un cantante que tuviera la capacidad de corresponder a la banda, y complementarla con energía y dinamismo. Puedo estar de acuerdo con Rosario en ese concepto. 

En este género conozco grandes cantantes a quienes admiro, que no son grandes improvisadores, pero tienen un swing y una manera de atacar sus “soneos” que sirve de modelo para muchos. 

Debo añadir que siempre da gusto escuchar soneros improvisadores en su “batalla” con el coro haciendo gala de su ingenio y musicalidad.

Al final, la controversia se reduce a gustos y opiniones. 

Lo importante es que cada interpretación llegue al corazón del público y lleve el mensaje que se quiera llevar.

Cada persona tendrá su cantante favorito.  Cada cantante hará  lo que su talento y preparación le permita, y tendrá la disyuntiva de ser o no ser... sonero.

¡Camínalo!