Algo que debió ser obvio en Prometheus pero que no se hizo evidente sino hasta ahora, con el estreno de su secuela Alien: Covenant, es la señal de que al director Ridley Scott  ya le aburren estos alienígenas que por más de cuatro décadas han aterrorizado a todos aquellos que -impulsados casi siempre por su propia estupidez- han forzado un encuentro mortal con ellos. Las monstruosas creaciones de H.R. Giger que Scott convirtió en íconos de una de las mayores series cinematográficas de ciencia ficción, aparentemente ya no guardan ningún atractivo para el director británico, quien ahora persigue inquietudes de naturaleza existencial dentro del paradójico marco de los blockbusters veraniegos.

Si tan solo hubiese optado por desarrollarlas en su propio universo y no en uno ya establecido, habría evitado caer en las trampas intrínsecas de las precuelas, tan propensas a multiplicar las preguntas y a proveer respuestas mayormente decepcionantes. ¿Cómo llegó el mago a la tierra de Oz? ¿Quién creó a Wolverine? ¿Cómo se conocieron Butch y Sundance? ¿Por qué Anakin se convirtió en Darth Vader? O, en el caso de Alien, ¿quién era ese ser gigante en la película original y por qué andaba en una nave repleta de huevos? 

Hace cinco años, Prometheus explicó –más o menos- quién era el gigante. Lo de los huevos aún no queda claro, incluso después de ver Covenant, que prácticamente hace inconsecuente todo lo que ocurrió en el filme anterior -aunque sí invita a apreciar sus virtudes con nuevos ojos- a la vez que continúa estirando el chicle hacia el infinito en ruta a empatar con los hechos de la cinta de 1979.

La trama se desarrolla una década después del desastre de la misión Prometheus, con otro intento de colonizar un remoto planeta con miles de humanos dormidos dentro de un arca espacial que es vigilada por “Walter”, un nuevo modelo del humano sintético interpretado una vez más por Michael Fassbender. Un accidente obliga a “Walter” a despertar a la tripulación, que se topa con una señal de alerta proveniente de un planeta cercano que aparenta contar con las condiciones idóneas para propiciar la vida humana. Y como bien sabrán los fanáticos de esta serie, nada malo ocurre cuando se responde a una misteriosa señal espacial.  

Como es de esperarse, los miembros de la tripulación comienzan a caer rápidamente, víctimas fáciles de los proto-xenomorphs que habitan en el planeta. Estas secuencias proveen el horror gráfico que ha sido uno de los estándares de la franquicia, y Scott lo dirige con la maestría de un veterano de 79 años con mayor ímpetu que un cineasta 50 años menor, manteniendo un dominio total de la acción y con un ojo incomparable para que quede espléndidamente captada por la cámara.  Pero ¡ay! ¡qué aburridas resultan estas secuencias! El sentido de terror está totalmente ausente, y los letales alienígenas no son más que un requerimiento de la saga.

Lo que sí captura el interés de Scott –no necesariamente del público- lo es Fassbender, quien se ha convertido en el inusual protagonista de las nuevas películas. Y porque dos Fassbenders es mejor que uno, el guión crea un encuentro entre ambos robots y los pone a filosofar sobre la creación, su propósito, porqués y cómo esto es visto desde la perspectiva de la inmortalidad. Sí, ahí está Katherine Waterston con un porte que evoca a Sigourney Weaver, y todo el material publicitario se ha encargado de venderla como la nueva heroína de la serie, pero nada que ver.

Lo que se observa en Alien: Covenant es a un cineasta debatiéndose entre nuevas y viejas ideas, entre perseguir nuevos rumbos o recorrer lugares comunes. Cuando se enfoca en lo primero, Scott no dará siempre en el blanco, pero da gusto verlo encaminarse por senderos desconocidos. Los problemas surgen cuando se ve obligado a cumplir con las exigencias del universo de Alien, forzando a que uno pierda el tiempo pensando en cómo los hechos de esta película concuerdan con las anteriores, y hallando marcadas discrepancias. Según él, aún quedan tres filmes más antes de llegar a “Ripley” y el Nostromo. ¿Cómo logrará retener el interés hasta entonces? Solo él lo sabe, pero lo cierto es que las frustraciones que emanan de aquí no son un buen indicio.