“No creo que podría manejarla. Creo que me volvería loca”.

Esas palabras de Amy Winehouse, expresadas como respuesta a una pregunta que le hicieran en octubre de 2003 -cuando tenía 20 años y su carrera musical apenas comenzaba, acerca de cómo asimilaría una posible fama global-, terminaron siendo un fatídico presagio para la cantante británica. Winehouse vivió sus últimos años asediada por los inescrupulosos tabloides ingleses, y el incesante “clickeo” de las cámaras fotográficas la atormentaron –incluso- mientras su cuerpo era removido de su hogar, donde la hallaron muerta en el verano de 2010, víctima del alcoholismo.

Conocía meramente lo básico de Winehouse antes de ver Amy, el documental del director Asif Kapadia que recoge el ascenso y caída de la intérprete. Había escuchado uno o dos de sus éxitos y sabía que había muerto tras una muy breve vida repleta de excesos. Otra de esas trágicas historias del lado oscuro de la fama. Mientras el filme de Kapadia no indaga en quién fue la artista más allá de su impresionante vozarrón, sí ofrece un revelador retrato de las trágicas circunstancias que apagaron su voz.

Repitiendo el estilo que utilizó en el fantástico documental Senna, Kapadia recopiló centenares de horas de vídeos caseros, entrevistas, conciertos y apariciones televisivas de Winehouse para construir un ensayo visual que es narrado por aquellos que la conocieron mejor: sus amigas de la infancia, manejadores, colegas, exnovios, su madre y hasta sus guardaespaldas. El resultado es un íntimo vistazo a la vida de Amy frente a las cámaras, tanto en las buenas como en las malas.

El documental realiza una fuerte crítica hacia el padre de Winehouse, a quien se le ve aprovechándose de la fama de su hija e ignorando las obvias señales de que la mujer necesitaba ayuda para combatir sus adicciones así como la bulimia. Al mismo tiempo, Kapadia señala como cómplices de su muerte a los propios medios que sofocaban a la artista e incluso se burlaban de ella en prime time, insensibles al hecho de que se trataba de una mujer enferma y en constante sufrimiento. Pero como se trataba de una persona famosa, por lo visto el trato humano podía dejarse a un lado.

Amy Winehouse murió lentamente frente a las cámaras y millones de personas fuimos testigos de su prolongado descenso. Antes de ver Amy tan solo sabía que cantaba y que murió. Ahora sé el “cómo” y el “quién”, mas aún no entiendo el “por qué”.  

El documental estrena mañana en las salas de Fine Arts en Hato Rey.