La inquietud y el deseo que habitan en cada melancólico minuto de Carol se hacen sentir desde que se escuchan los primeros acordes de la sublime banda sonora de Carter Burwell, la cual a veces se encarga de transmitir los sentimientos que la pareja protagónica –interpretada magistralmente por Cate Blanchett y Rooney Mara- se ve forzada a suprimir. Están ahí, latentes, en cada nota de la música con incuestionables influencias de Phillip Glass que dan voz una voz a cada mirada, a cada roce, gestos que aquí cargan con la misma pasión del más íntimo beso. Usted podría ver este delicado idilio desprovisto del diálogo sin que ninguna emoción contenida en él pase inadvertida.

La más reciente película del director Todd Haynes (I’m Not There) posee todas las virtudes como para ser mencionado en la misma oración que otros filmes ejemplares de la talla de In the Mood for Love y Brief Encounter, dos de los mayores y más entrañables romances imposibles de la pantalla grande. Desde la majestuosa dirección artística de Jesse Rosenthal –enaltecida por la impecable cinematografía en 16mm de Edward Lachman- hasta los hermosos vestuarios de Sandy Powell, el largometraje cautiva con cada elemento de su estupenda puesta en escena, dando vida a la ciudad de Nueva York de los años 50 que sirve de trasfondo al amor prohibido que nace entre una mujer adinerada y la empleada de una tienda por departamentos que le roba el corazón.

El perfecto andamiaje se sostiene de las seductoras actuaciones de Blanchett, como la elegante “Carol Aird” y –en especial- Rooney Mara como la tímida e ingenua “Therese Belivet”. Su primer encuentro es fortuito, mas no el desarrollo de su amorío. “Carol” no olvida sus guantes en la tienda por simple accidente, y la selección de este artículo por parte de la guionista Phyllis Nagy –quien adapta la novela The Price of Salt de Patricia Highsmith- tampoco lo es. Haynes recurre al enfoque de las manos a modo de leitmotiv, regresando a ellas a lo largo de la cinta. La manera como “Carol” descansa su mano sobre el hombro de “Therese” al principio de la cinta se siente completamente distinta a cuando se repite la misma escena en los últimos minutos, decisión estructural que rinde tributo al mencionado clásico de David Lean.

La vasta experiencia histriónica de Blanchett le sirve no solo para manifestar la vulnerabilidad de una mujer atrapada en un matrimonio tradicional (mención aparte merece la actuación de Kyle Chandler como el esposo que conoce su secreto) sino su dominio sobre lo que al comienzo parece ser la más reciente conquista de “Carol”. Mara, sin embargo, consigue superar –o al menos, igualar- la magnitud de Blanchett. Su interpretación de “Therese” podría ser calificada de fría y distante de no ser por los momentos profundamente emotivos en los que Mara deja caer su armadura para expresar las frustraciones de su papel de cara a unas estrictas reglas sociales que le imposibilitan su felicidad.

Para Haynes, el largometraje representa un logro mayor dentro de su filmografía que le permite volver a abordar prejuicios que tocó de otra manera en Far From Heaven con la misma finura que exhibió en esa película. El director aprovecha al máximo las proezas de ambas actrices para hacer de Carol una obra de inmensa belleza, tanto fílmica como narrativa, que si bien no reescribe el género del romance, ciertamente evidencia sus mayores virtudes.