El director Neill Blomkamp parece ser un hombre de muchas ideas. Durante la gira de publicidad para Chappie, su tercer largometraje, el cineasta sudafricano habló primordialmente de dos de ellas: la secuela a Aliens (1986), que será su próximo trabajo cinematográfico, y una posible continuación de la excelente District 9, su ópera prima que lo puso en el mapa hace seis años cuando se convirtió en un éxito taquillero que además fue nominado al Oscar. Blomkamp tiene tantas ideas que exprime al menos cuatro de ellas en Chappie, filme que coescribió junto a su esposa, Terri Tatchell, y ¿quién sabe? Incluso después de la decepcionante Elysium (2013) y este nuevo y aún más profundo descenso artístico, existe la posibilidad de que algún día vuelva a filmar una buena.

Chappie es la amalgama de muchas cosas que al final no suman nada, un disparatado mejunje entre Robocop y Short Circuit adornado superficialmente por múltiples conceptos característicos de la ciencia ficción que jamás son desarrollados a cabalidad. Por momentos quiere ser una exploración filosófica acerca de lo que nos hace humanos, utilizando la inteligencia artificial para ponderar si el consciente es sinónimo del alma. Al mismo tiempo, el guión aspira a exponer el conflicto entre dos métodos de crianza: el de la naturaleza contra aquel basado en el cariño. Detrás de todo eso, muy al fondo, Blomkamp también quiere insertar la crítica social que ha sido el estándar de sus tres películas (el racismo en District 9, el clasismo en Elysium y la militarización corporativa en Chappie) que solo podría ser más obvia si escribiera sus tesis en pantalla. La sutileza nunca ha sido parte de su vocabulario fílmico.  

Lo que sí continúa siendo una constante es su talento para hacer prácticamente invisible la división entre lo análogo y lo digital. “Chappie”, el robot que protagoniza el largometraje, es una asombrosa creación que se siente real desde su primera aparición en pantalla. Blomkamp regresa a Johannesburgo para presentarnos otra mala cara de su ciudad natal, consumida por el crimen y la violencia. El director recurre a la técnica del documental que utilizó efectivamente en District 9 –y que aquí abandona en 90 segundos- para contextualizar su premisa dentro de una posible realidad en la que la tecnología ha facilitado la creación de una fuerza policiaca robotizada tan eficiente que parecería insensato que alguien no viera con buenos ojos este gran beneficio para la sociedad. Pero, por supuesto, siempre hay un imbécil.

Su nombre es “Vincent Moore”, fácilmente uno de los peores papeles en la carrera de Hugh Jackman, quien lo interpreta como un niño malcriado de siete años que monta una perreta cuando su mamá no lo deja jugar con su robot gigante, y esto no es completamente una analogía. “Moore” es un exsoldado frustrado porque su diseño -un tanque bípedo controlado por humanos- no fue el escogido para patrullar las calles. Ese logro fue de “Deon Wilson” (Dev Patel), el ingeniero detrás de los “Scouts” que trabaja en un programa de inteligencia artificial que podría revolucionar la ciencia. Su jefa (Sigourney Weever), sin embargo, no está interesada en los cientos de millones de dólares que esto podría representar para su compañía, por lo que “Deon” se ve obligado a experimentar clandestinamente tras verse motivado por un póster en el que un gatito ofrece un mensaje inspirador. Sí, en serio.

Es aquí donde entra Die Antwoord, y si el nombre de Neil Blomkamp bajo el crédito de “guionista” es la primera cosa que no quisiera volver a ver en pantalla tras Chappie, esta es definitivamente la segunda. Por alguna razón que -al igual que la mayoría de las decisiones que toman todos los personajes en la película- evade cualquier tipo de lógica,  Blomkamp eligió a esta pareja de raperos sudafricana para interpretar a los “padres” de “Chappie”, quienes lo secuestran junto a "Deon" a punta de pistola. Ninja y Yo-Landi -sus nombres artísticos que también usan en la cinta- son un dúo de criminales que utilizan al robot  para salir de una deuda que tienen con otro maleante, pero en el proceso aprenden a querer a “Chappie”, provocando en ellos trillados cambios que no incluyen el más mínimo rasgo de habilidad histriónica.

Ambos son patéticos e insufribles, pero la realidad es que ningún personaje en Chappie, ni siquiera el propio robot cuya voz es provista por Sharlto Copley, provoca empatía. Tonalmente todos están en diferentes ondas, desde lo serio hasta lo ridículo, y esa disparidad también se observa en el terrible libreto. En lo único que sobresale la producción es en las secuencias de acción. No son muchas, pero Blomkamp sabe cómo filmarlas y hacerlas emocionantes, aun cuando él mismo no esté muy convencido de su talento, como reveló cándidamente en una reciente entrevista con Uproxx.com. “No estoy seguro de que sea un director de cine. Siento que mis fortalezas podría ser mejor utilizadas en otros campos, como los videojuegos y otros lugares”. Contrario a otros directores que han alcanzado súbitamente el estrellato para luego caer precipitadamente, este al menos está consciente de sus ineficiencias.