Si fuera a juzgar el éxito de una comedia simplemente por lo mucho o lo poco que me hizo reír, 21 Jump Street sería una de las mejores que he visto en mucho tiempo. Los aciertos del filme, sin embargo, no terminan ahí, sino que se extienden delante y detrás de las cámaras con un elenco excelente, una enérgica dirección y –sobre todo- un comiquísimo e ingenioso guión.

La efectividad de la cinta es sorprendente, en especial por basarse en la homónima serie de televisión de los años 80 cuyo mayor legado al séptimo arte lo fue Johnny Depp.  La historia de las adaptaciones de la pantalla chica a la grande no es muy alentadora. Por cada Mission Impossible, Traffic y The Fugitive hay cinco Get Smart, The Brady Bunch Movie y The Dukes of Hazzard, pero 21 Jump Street sabiamente sólo toma el programa como un punto de partida y actualiza su premisa para un público contemporáneo.

Los directores de Cloudy With a Chance of Meatballs, Phil Lord y Chris Miller,  transfieren la misma energía y humor que caracterizaron a esa estupenda cinta animada a esta nueva comedia que –agraciadamente- es clasificada “R”, lo que les permite ir un poco más allá con sus locuras y con lo que los actores pueden hacer en pantalla. El resultado es una película irreverente que no tiene miedo a burlarse de sí misma.

Entre las mejores secuencias del largometraje se hallan una que gira en torno a un “viaje” alucinógeno y otra en la que los protagonistas se ven involucrados en una persecución por la autopista. Ambas, la primera con su absurda naturaleza y la segunda con su parodia de los clichés del género de acción, reflejan que ni los directores ni el guionista Michael Bacall se toman muy en serio, lo que invita al público a reírse de y con la película.

Jonah Hill y Channing Tatum interpretan a “Schmidt” y “Jenko”, dos policías incompetentes que son reasignados a una vieja unidad que no activaban desde los 80 (uno de los muchos chistes internos del filme) que los infiltra como estudiantes en una escuela superior para detener el trasiego de un letal narcótico. Ice Cube encarna a su nuevo superior, el capitán “Dickson”, sólo uno de los roles secundarios que se destacan notablemente en la producción.

En la “high”, “Schmidt” era el típico nerd y “Jenko” el chico atlético y popular. Ambos eran compañeros de clase y se odiaban mutuamente hasta que aprovecharon sus respectivos talentos para ayudarse mutuamente en sus deficiencias cuando entran a la Academia de Policía.  Una de las mayores virtudes del guión de Michael Bacall –basado en una historia que escribió con Jonah Hill- fue el invertir los roles de “Schmidt” y “Jenko” una vez regresan a la escuela.

El cambio se presta no sólo para provocar algunas de las situaciones más cómicas del largometraje sino para resaltar lo mucho que ha cambiado la cultura en los últimos años. En la actualidad, “Schmidt” sería cool (o al menos no se burlarían de él), ya que leer los cómics y usar computadoras no son pasatiempos exclusivos de los nerds. Mediante esta dinámica, la pareja de amigos descubren tanto de lo que se perdieron como lo que no extrañan de sus años en la escuela superior.

La química entre Hill y Tatum es contagiosa, convirtiéndose sorpresivamente en uno de los mejores dúos que se han visto en pantalla en la pasada década. Sin duda es el mejor papel que Tatum ha hecho  hasta ahora, tras aparecer mayormente en melodramas, por lo que debería considerar hacer más comedias. Ambos actores forman una relación tan convincente como amigos que no sólo nos hace reír sino que al final podría alcanzar hasta conmover.

La cinta deja las puertas abiertas para una secuela. Siempre y cuando regresen todos y cada uno de los miembros de esta memorable producción, la misma es más que bienvenida. Las comedias comerciales así de buenas escasean en el cine contemporáneo, y 21 Jump Steet contiene más risas por minuto que la mayoría que hemos visto en los últimos años. La única razón para no verla sería si padece de alguna extraña y crónica alergia a la diversión.