Los ataques del 11 de septiembre de 2001 han sido representados en el cine con sumo respeto, como en United 93 y la cruda verosimilitud que Paul Greengrass utilizó para recrear ese fatídico día, pero también se han visto las crasas faltas de tacto. Remember Me es uno de los ejemplos más infames, donde la mayor tragedia en la historia moderna de Estados Unidos fue incluida a la fuerza y con ironía como una mera nota al calce.

Poco más de una década después de los atentados nos llega Extremely Loud & Increbidly Close, basada en la novela homónima de Jonathan Safran Foer, la cual no fue muy bien recibida por los críticos literarios, y cuya adaptación cinematográfica -bajo la dirección de Stephen Daldry- recibió críticas aún peores. Luego de verla, y en vista de su muy cuestionable nominación al Oscar, es fácil saber por qué. 

Su interés en contar una historia que ayude a sanar las profundas heridas dejadas por esa catástrofe, aunque inalcanzable, tiene su corazón en el lugar correcto. Lamentablemente la película recurre al sentimentalismo fácil y barato, característico de otros guiones de Eric Roth (Forrest Gump, The Curious Case of Benjamin Button), que llevará a los espectadores más susceptibles al llanto mientras los demás son invadidos por el aburrimiento, o quizás hasta rabia. 

Extremely Loud & Incredibly Close aborda la tragedia del 11 de septiembre con la misma banalidad con la que se podría acusar a Life is Beautiful de trivializar el Holocausto.  Ambas películas pecan de ser manipuladoras y de tratar hechos que no pueden ser vistos de otra forma que espantosos de manera muy superficial, incluso ofensivas para quienes las vivieron o conocen alguien que las vivió. Sin embargo, las decoran con una atmósfera tan artificial que es fácil obviar estos detalles y dejarse conmover.

Thomas Horn interpreta al protagonista “Oskar Schell”, un niño de 11 años –que padece de algún tipo de autismo, aunque filme no abunda en este aspecto- cuyo padre (Tom Hanks) murió en una de las Torres Gemelas. Dos años después de su muerte, “Oskar” encuentra una llave escondida en el closet de su papá. Creyendo que se trata de uno de los muchos juegos que éste se inventaba para entretenerlo y ayudarlo a socializar, el niño emprende una búsqueda por Nueva York para encontrar el cerrojo que se abre con la llave.

Sí, leyó bien. Un niño de 11 años, que padece de una condición y que está visiblemente traumatizado tanto por los ataques como la muerte de su padre, se va a pie por la Gran Manzana entrevistando a toda persona de apellido Black, ya que el sobre donde estaba la llave tenía escrito ese nombre. ¿Y dónde está su madre, usted se preguntará? Pues sí, tiene una, interpretada por Sandra Bullock, pero sería fácil olvidar que existe ya que casi no sale en la película. Cuando al final descubrimos dónde ha estado mientras su hijo recorre la ciudad, la explicación es tan rebuscada que cuesta trabajo no reírse.

Debido su condición, “Oskar” es un protagonista abrasivo, que por instantes nos hace preocuparnos pero la mayoría del tiempo resulta difícil de digerir. Y no hay manera de desprenderse de él ya que esta es su historia. Por suerte los actores que lo rodean son muy dotados, incluyendo a Viola Davis, Jeffrey Wright –quien tiene el único momento emocionalmente genuino de la cinta- y Max Von Sydow, como un no muy enigmático mudo que vive en el apartamento de la abuela de “Oskar”.

Von Sydow y Wright son dos de las pocas cualidades redimibles de esta fábula sentimentalista. Aún en los pocos momentos cuando resulta efectiva, Extremely Loud & Incredibly Close nunca deja de sentirse muy falsa, frívola y sin rumbo. ¿Cuál es objetivo de la búsqueda de “Oskar”? ¿Tener una última aventura con su padre? ¿Unir a cientos de personas en Nueva York en un efusivo abrazo? Las respuestas llegan, por más insatisfactorias que sean, y denotan un cierto grado de pretensión, quizá no de la producción -cuya meta aparenta haber sido la codiciada nominación al Oscar-, pero ciertamente de quien la escribió originalmente.