La mayoría de los blockbusters contemporáneos están tan ofuscados en su suntuosidad, en justificar el gasto de cada dólar de sus exorbitantes presupuestos colmando la pantalla de costosos efectos visuales,  que muchos olvidan ser divertidos. Edge of Tomorrow no comete ese error. El director Doug Liman -en su mejor trabajo desde The Bourne Identity- tiene presente que esa es una de las razones principales por las que asistimos al cine, especialmente en verano, ofreciendo una entretenidísima distracción cinematográfica consciente de establecer un balance entre la acción, la comedia y, sí, también los deslumbrantes efectos especiales.

Basado en la novela gráfica de Hiroshi Sakurazaka “All You Need is Kill” –título que habría sido muchísimo más adecuado que el genérico al que lo cambiaron-, el filme nos transporta a un futuro en el que la humanidad está envuelta en una guerra crucial contra los mortíferos alienígenas que han invadido la Tierra, conocidos como “mimics”, tan veloces en sus movimientos que su apariencia es casi indistinguible. Tom Cruise interpreta a “William Cage”, un soldado que muere a manos de los “mimics” en su primer día de combate y misteriosamente revive unas 24 horas antes cada vez que vuelve a morir.

Edge of Tomorrow ha sido descrita como la versión sci-fi de Groundhog Day, y la descripción no podría ser más apropiada, solo que en lugar de “Phil Connors” aprendiendo a ser una mejor persona, “Cage” aprovecha cada resurrección para convertirse en un guerrero elite, esclarecer el enigma de su condición y cómo esta esconde la clave para vencer a los extraterrestres. Es una estructura que podría parecer repetitiva, pero Liman y el guión de Christopher McQuarrie, Jez y John-Henry Butterworth hallan ingeniosas maneras de que cada ciclo se distinga a través de acción, humor o avances narrativos.

Cruise se adueña de nuestra atención con el papel de héroe de acción que ha perfeccionado tras interpretarlo decenas de veces, convenciéndonos de cada frase que sale de su boca por más absurda que pueda sonar, y vaya que aquí lo son. La lógica interna de la película para explicar el fenómeno de la resurrección no tiene sentido alguno, pero esto se le perdona por su habilidad de mantenernos tan entretenidos, más cuando Emily Blunt está en pantalla. Cruise será la estrella, pero es Blunt quien se roba el show con su caracterización de “Rita Vrataski”, conocida como la “Full Metal Bitch”.

Armada de una enorme espada –una que lamentablemente no la vemos usar suficiente-, “Rita” es la legendaria guerrera que entrena a “Cage” tras ella haber padecido de la misma extraña condición. Blunt es temeraria en una actuación que le exige balancear los requerimientos físicos del personaje con lo dramático, dos áreas en las que se desempeña por todo lo alto. La película no peca de convertirla en el interés amoroso ni reducirla a un personaje secundario. Blunt se va de tú a tú con Cruise y es su convicción la que impulsa en gran parte la historia. En síntesis: más Emily Blunt en todo, por favor.

Liman filma unas emocionantes secuencias de acción que están al servicio de los personajes, no por encima de ellos. Cada nueva repetición le permite avanzar un poco más la trama a la vez que le provee un nuevo canvas sobre el cual plasmar algo distinto o presentar lo mismo desde otro ángulo, reteniendo nuestro interés mientras nos mantiene entretenidos. El director solo tropieza en el desenlace, cuando la estructura tipo juego de vídeo llega al culminante “boss fight” que carece del impacto necesario para hacerlo memorable. Sin embargo, para ese punto ya estaba abordo del filme y sin el más mínimo deseo de bajarme.

Provista del espectáculo, la diversión y el puro entretenimiento, Edge of Tomorrow es el tipo de estreno veraniego que da ganas de ir a ver al cine. No es una secuela, tampoco un remake ni hay que estar al tanto de lo que ha ocurrido con sus personajes en las otras cintas que comparten su expansivo universo. Es su propia entidad con un claro principio y fin que satisface a plenitud. Sonará insignificante hasta que nos percatamos de lo raro que es ver algo así en la oferta comercial actual.