Rica en estilo pero llana en historia, la cinta El clan del director Pablo Trapero tan solo raspa la superficie de uno de los casos más notorios de desaparecidos que sacudió a Argentina durante la transición de la dictadura a la democracia a principios de la década del 80. Sus protagonistas lo fueron los miembros de una familia de clase media alta con estrechos lazos con el gobierno totalitario, liderados por la despiadada figura patriarcal de Arquímedes Puccio, quien secuestró a decenas de personas a cambio de lucrativos rescates que cobraba sin jamás liberarlas con vida.

El argentino Guillermo Francella interpreta a Puccio, y si hubiese que señalar tan solo una razón para ver El clan, bastaría con su nombre y apellido. Mucho se ha hablado de Johnny Depp y su inquietante frialdad en Black Mass, pero sin afán de restarle mérito, Francella –en un papel bastante similar- hace ver a su personaje como un vaso de agua a temperatura ambiente. Su Puccio es un monstruo que nunca raya en la caricatura ni se apoya de manierismos. La escalofriante efectividad de su trabajo histriónico –uno de los mejores del 2015- se concentra en las tensas pausas que realiza antes de mediar una palabra y la mirada penetrante e ininterrumpida por el pestañeo.

Tal es el dominio que Francella ejerce sobre la película que es fácil ignorar que el libreto de Trapero se concentra exclusivamente en los hechos sin adentrarse en las entrañas de este complot que le permitió a Puccio cometer crímenes con impunidad bajo la protección del estado. La trama parece dirigida específicamente a aquellos que ya conocen las interioridades del caso, mientras que el resto se verá obligado a indagar por su cuenta en la Internet para contrarrestar las insuficiencias del guión.

La dirección de Trapero, aunque impresionante en términos técnicos, se siente contradictoria dentro del contexto de esta historia. El cineasta argentino detrás de Carancho canaliza a Scorsese a través de montajes súper estilizados que yuxtaponen secuencias temáticamente opuestas sin ningún aparente propósito, como cuando entrecorta al ritmo de música rock entre una escena de sexo y otra de tortura. Sí, se ven muy bien, ¿pero qué está tratando de decir con ellas? Por el contrario, planos secuenciales como los que realiza para capturar la intensidad de los secuestros, resultan cautivantes.

Usted no se aburrirá viendo El clan. El bestial trabajo de Francella se encargará de ello y la cámara de Trapero nunca pierde energía, pero sí podría quedarse con el deseo de haber recibido más del filme.