Como especie vivimos fascinados con nuestra mortalidad. En la ciencia ficción esto redunda en la posibilidad de que seamos sustituidos como los seres más inteligentes sobre la Tierra. Tememos el que esto ocurra pero al mismo tiempo no podemos evitar ponderar e –incluso- realizar experimentos que podrían propiciar esta situación. El hecho de que los avances tecnológicos sean tan acelerados y fomenten este comportamiento exacerba esta paradójica dualidad que se debate entre nuestra curiosidad y nuestros mayores miedos.

Ex Machina, el debut como director del guionista Alex Garland, parte de esta naturaleza humana de querer jugar a dioses encerrándonos dentro de una remota y aislada instalación junto a tres personajes, pero solo dos de ellos son de carne y hueso. La trama gira en torno a “Caleb” (Domhnall Gleeson), “Nathan” (Oscar Isaac) y “Ava” (Alicia Vikander). El primero es un programador que ha sido elegido por el segundo –un joven magnate tecnológico, mitad Steve Jobs, mitad Mark Zuckerberg- para poner a prueba al tercero: una sofisticada inteligencia artificial con apariencia de mujer.

La efectividad de “Ava” se compone de dos partes. La primera la observamos desde su primera aparición en pantalla, recreada mayormente mediante unos fantásticos efectos especiales en los que probablemente gastaron el grueso del presupuesto, pero considerando que la trama se desarrolla exclusivamente en una localidad –exquisitamente fotografiada por Rob Hardy con la frialdad de Kubrick-, el dinero fue puesto a buen uso. Con excepción de los pies, manos y rostro, el resto del androide exhibe sus piezas robóticas: cables, tubos, plástico y mayas de metal, pero la cara es pura Vikander, y es a través de este instrumento que la actriz sueca cautiva tanto a “Caleb” como al espectador. Hay una intensidad en su mirada que enamora a la vez que incomoda, y este último sentimiento de que algo anda mal predomina en la cinta, manteniéndonos en constante tensión.

Durante los primeros dos actos del guión prevalecen las conversaciones entre “Caleb” y “Nathan” acerca de la ética y moral detrás de esta creación inquietantemente humana que vive atrapada dentro de una habitación de cristal. Del entre líneas de su argumento se pueden extrapolar interesantes contemplaciones acerca de la forma como los hombres ven a las mujeres y pretenden ejercer un control sobre ellas, mas esto se queda en la superficie una vez la película sustituye la introspección por el suspenso. Esta es una tendencia típica del trabajo de Garland junto a Danny Boyle, evidenciada en los desenlaces de filmes como Sunshine, The Beach y 28 Days Later que realizan un brusco cambio de velocidad en el último acto.

Aun cuando Ex Machina se desvía hacia los convencionalismos del thriller –y la ciencia ficción como tal- en sus minutos finales, Garland exhibe gran talento en su primer esfuerzo en la silla del director. El cineasta británico demuestra tremendo control sobre la atmósfera de su narrativa, el uso de la espléndida puesta en escena y el manejo de sus actores, particularmente Isaacs, quien se corona como el MVP mientras canaliza a un típico “bro” de una fraternidad con la siniestra locura de Jack Nicholson en The Shining. Basta con la escena en la que Isaacs confirma que podría protagonizar un remake de Saturday Night Fever para hacer de esta película una de las más memorables del 2015, pero sus aciertos no se quedan ahí. 

Para una discusión más extensa de Ex Machina, los invito a escuchar el nuevo episodio del podcast Cinemánico, disponible en Soudcloud, iTunes y Stitcher