Un torpe terrícola, dos letales extraterrestres, un árbol antropomórfico y un mapache parlante son los “Guardians of the Galaxy”, la pandilla de bandidos más memorable que se haya visto desde Cowboy Bebop, que protagoniza la nueva película de Marvel Studios, una que inmediatamente sobresale como la más distintiva de la casa productora. El director James Gunn realiza hábilmente el tipo de asombrosa ópera espacial que rara vez alcanza a proyectarse en la pantalla grande, transportándonos a galaxias lejanas habitadas por personajes que saltan a la vista con su rareza y nos entretienen a través de sus variadas personalidades.  Sí, ellos también están tratando de salvar al universo, pero la diferencia es que lo hacen prácticamente por accidente.

El estreno es la mayor apuesta de Marvel desde Iron Man en el 2008, basando su último blockbuster del 2014 en un grupo de personajes que incluso para los fanáticos de los cómics no es muy conocido. Sin embargo, este detalle contribuye en gran parte a su singularidad. Al estar conectada solo tangencialmente a la narrativa global que rige las otras historias de este expansivo universo cinematográfico, Guardians of the Galaxy se siente fresca. No es necesario haber visto ninguna de las otras cintas de Captain America, Iron Man y Thor para obtener una experiencia plenamente satisfactoria y –mejor aún- que te deje con el deseo de conocer más.

Es fácil dejarse llevar por lo desconocido cuando de entrada Gunn –quien escribió el guión junto a Nicole Perlman- nos engancha con un prólogo que resulta sorpresivamente conmovedor. El año es el 1988 y el pequeño “Peter Quill” se encuentra en un hospital donde su madre yace moribunda. En algún lado está escrito que uno o ambos padres de todo futuro héroe de las historietas deben morir, pero antes de que “Peter” apenas pueda comenzar a internalizar las consecuencias de este trauma, el niño se ve inesperadamente involucrado en una aventura fuera de este mundo… literalmente.

Acto seguido, la secuencia de títulos establece lo que será el tono del filme, retomando la trama varios años después con “Peter” convertido en un tipo de caza-tesoros espacial conocido como “Star Lord” (o al menos eso es lo que él pretende). Luego del emotivo prólogo, Gunn no pierde tiempo en disimular cuál será su acercamiento al material: “Peter” coloca un par de audífonos en sus orejas que van conectados a un antiguo walkman mediante el que escuchamos “Come and Get Your Love”, éxito de 1974 que le sirve de acompañamiento musical mientras explora la superficie de un planeta en busca de un misterioso artefacto –el obligatorio “MacGuffin” que impulsará la historia- que también es rastreado por otras fuerzas menos benévolas de la galaxia.

El hecho de que “Peter” haya abandonado la Tierra en la década del 80 abre las puertas a una ecléctica selección musical –que incluye temas de Marvin Gaye, David Bowie y los Jackson 5- a la vez que sirve de un chiste recurrente dirigido a aquellos que vivieron esa época. El libreto goza de una tremenda combinación de los arquetipos de los superhéroes con un sentido de humor irreverente que resulta en una película que jamás deja de divertir, ya sea a través de las emocionantes secuencias de acción que dirige Gunn o la estupenda comedia que nace del sólido desarrollo de los personajes que figuran como otro de los mayores aciertos de la cinta, y quizás el más importante.

Eventualmente, “Peter” –papel que hace de Chris Pratt un héroe de acción bona fide sin perder una onza de su don para la comedia- termina pasando unos días en prisión, y es allí donde se ve obligado a unir esfuerzos con quienes se convertirán en sus aliados: “Gamora” (Zoe Saldana), la letal alienígena que busca corregir los errores de su pasado; “Drax”  (Dave Bautista), mole extraterrestre comprometido con vengar la muerte de su familia; y el dúo compuesto por “Rocket” y “Groot”. Estos últimos dos –un mapache malhablado armado hasta los dientes y una gentil criatura con aspecto de árbol que solo enuncia tres palabras- pronto serán tan famosos como "Han Solo" y "Chewbacca". Ambos son unas maravillas de los efectos visuales, y a través de las respectivas voces de Bradley Cooper y Vin Diesel, se sienten más vivos que muchos personajes de carne y hueso.

El largometraje, sin embargo, no logra escapar la cansada homogeneidad que ha caracterizado las propuestas cinematográficas de Marvel. La búsqueda del “artefacto misterioso” –lo único que lo ata a los futuros acontecimientos que veremos en las entregas de The Avengers- ha sido la muletilla de varios de los argumentos desarrollados en este universo. Del mismo modo, Marvel continúa teniendo un serio problema de “villanos desechables”, la única excepción siendo “Loki”. Lee Pace encarna a “Ronan the Accuser”, pero fuera de su impactante diseño, el imponente alienígena pasa al olvidó instantáneamente. El desenlace, también, resulta demasiado similar a uno que hemos visto decenas de veces, especialmente en años recientes cuando la destrucción desmesurada de ciudades han sido la orden del día.

Mentiría si dijera que tuve estas reservas mientras veía la película. De hecho, no fue hasta cuando me senté a redactar estas palabras que las consideré. Gunn hace tan buen trabajo envolviéndonos en este universo y le imparte un estilo tan atractivo a la pupila que no da espacio a las quejas cuando estamos atrapados en el momento. Lo mismo se puede decir del fantástico elenco, que con su irresistible química y agilidad para el humor elevan esta producción y nublan sus pequeñas fallas. Guardians of the Galaxy evoca a las mejores óperas espaciales sin jamás imitarlas directamente. Es Star Wars con la chiflada comedia de The Fifth Element y la fabulosa sátira de Galaxy Quest, y sus protagonistas son héroes a regañadientes. Usted podrá entrar al cine sin saber quiénes son estos personajes, pero le aseguró que saldrá hablando de ellos.