Cada dos o tres años sale uno, el típico “feel-good movie” que se convierte en un sorpresivo éxito taquillero y desafía a todo aquel que ose resistir su esterilizado recuento de la historia, reempaquetado en una pastilla liviana y fácil de digerir mientras se llena la boca de popcorn.

Hace unos años se tituló The Blind Side, más recientemente, The Help, y la nueva, Hidden Figures: películas enfocadas en personajes negros en la que los blancos aprenden a ser menos racistas, resolviendo el complejo y desagradable conflicto como una fábula infantil. Lo lamentable es que el estreno de hoy contiene una historia digna de contarse, a cargo de tres actrices más que capaces de hacerle justicia de no ser por la crasa incompetencia de su director y guionista.

Basado en el libro homónimo de Margot Lee Shetterly, la película presenta la verdadera historia de Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson –interpretadas respectivamente por Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe-, tres matemáticas de la NASA cuya experiencia contribuyó a que esta agencia pusiera a un hombre en órbita en 1962. ¿El “problema”? Que eran negras, y como aún hoy nos recuerda Estados Unidos, esta raza siempre ha sido vista como inferior en esa nación.

Pero no se preocupe, que el director Theodore Melfi –el mismo detrás de la pésima St . Vincent- está aquí para recordarnos que los blancos son capaces de poner a un lado su racismo cuando les conviene, y en este caso tuvieron que hacerlo si querían ganarle a los rusos en la carrera espacial. El mayor obstáculo en la trama gira en torno a la prejuiciada ley que obligaba a Johnson (Henson) a correr una milla para poder ir a los baños para los negros, y cómo este vaivén interrumpía sus cómputos.

Esto solo cambió un día cuando su jefe –interpretado por Kevin Costner, porque ¿a quién le pude caer mal Kevin Costner?- la necesitaba y no la encontró, por lo que le reclamó dónde estaba. Es aquí donde Henson aprovecha para montarse en tribuna en una de esas clichosas escenas que pide a gritos figurar en alguna ceremonia de premiación, sobreactuada al punto de tornarse forzada, clamando por sus derechos de ir a cualquier baño. Y así no más, se acabaron los baños segregados en la NASA. Lindo cuento para que los niños aprendan lo inhumano del racismo, pero no para un drama para adultos que conocen la crudeza histórica de este periodo de lucha civil.

Es una lástima que las sólidas actuaciones de Spencer y Monáe –esta última le roba la película a Henson, con una actuación más natural y confiada- se pierdan en una película tan convencional, tan complaciente y falsa, no en lo que presenta, sino en cómo lo presenta. Melfi se escuda detrás de “Basado en una historia real” para irse por la ruta más fácil, y al hacerlo en cierta medida deshonra las verdaderas vicisitudes que estas y otras mujeres atravesaron durante una de las épocas de mayor conflicto racial en Estados Unidos. Pero si al final el espectador se siente bien y sale inspirado de la sala, pues ¿a quién le importa, no? 

El foco puesto en los logros de estas tres mujeres es encomiable, mas no la manera como llegó al cine.