Cuatro de los cuentos más populares de los hermanos Grimm son llevados más allá del “…y vivieron felices para siempre” en Into the Woods, el célebre musical de Stephen Sondheim cuya adaptación de los escenarios de Broadway a la pantalla grande llega bajo la diestra dirección de Rob Marshall. Tras dos trabajos decepcionantes (Nine y la última entrega de Pirates of the Caribbean), el cineasta se reivindica en el género con el que se dio a conocer hace doce años con una producción que –al igual que el oscarizado Chicago- retiene su escala e idiosincrasias teatrales y no se deja llevar por los excesos hollywoodenses.

Caperucita roja (Lilla Crawford), Rapunzel (Mackenzie Mauzy), Cenicienta (Anna Kendrick), Jack (Daniel Huttlestone) y –por supuesto-, sus famosos los frijoles mágicos, protagonizan este oscuro recuento de sus conocidas historias que explora las consecuencias de que sus deseos se hicieran realidad. Los primeros dos actos se centran en el desarrollo de estos clásicos cuentos de hadas que se entrelazan entre sí a través de la trama central que se sostiene del talento y la contagiosa química que se manifiesta entre James Corden y Emily Blunt como un matrimonio de reposteros que no logran concebir un hijo. 

Into the Woods reúne a un reparto estelar –que también incluye a Johnny Depp como el Lobo feroz y Chris Pine como el Príncipe azul- alrededor de la magnética actuación de Meryl Streep como la indispensable bruja que obliga a los reposteros a conseguirle cuatro objetos en posesión de los otros personajes fantasiosos para poder romper el maleficio. Tras la debacle de Mamma Mía!, nadie creyó que a la galardonada actriz se le volvería permitir (des)entonar ni dos palabras a menos que no fuera en la privacidad de su ducha, pero ya sea por la magia de los técnicos de audio o por el hechicero vocal que contrató, Streep sobresale dentro del elenco con dos de los mejores números, “Stay With Me” y “Last Midnight”. Porque no basta con ser una de las artistas más prominentes del séptimo arte, la muy odiosa ahora también puede cantar.

No muy detrás de Streep están las interpretaciones de Blunt, Crawford y Huttlestone, cada uno con sus respectivas canciones que les permiten brillar aun cuando sus tonadas no se retienen por mucho tiempo en la memoria. Dentro del canon de Sondheim, Into the Woods no contiene temas tan memorables como los que escribió para Sweeney Todd o West Side Story, pero sus letras están repletas de juegos de palabras y divertidas rimas que impulsan la trama, al menos hasta que se estanca en un tercer acto que se siente añadido como un prolongado epílogo.

Marshall se arma del impresionante diseño de producción a cargo de Dennis Gassner (Big Fish, Road to Perdition) para filmar la acción mayormente dentro de elaborados sets que mantienen la ilusión de que todo se desarrolla sobre un escenario. El director también favorece el uso de efectos especiales prácticos sobre los digitales, decisión que abona a esta estética teatral y permite que algo como un gigante se sienta como una criatura real y no producto de una computadora. 

Independientemente de que usted salga del cine cantando las canciones, la calidad técnica e histriónica de Into the Woods no se puede negar, ni siquiera por alguien alérgico a los musicales.