Si Godzilla es “King of the Monsters” y King Kong es, pues, el “King”, ¿cuándo los veremos entrarse a golpes para decidir cuál es el indiscutible rey de los monstruos gigantes? Lamentablemente, no hasta la próxima década, si es que se mantienen en pie los planes de Warner Bros. de continuar realizando blockbusters en torno a estos titanes cinematográficos, que si bien han peleado en el pasado, jamás lo han hecho en el multimillonario cuadrilátero que proveen las arcas Hollywood. Pero si sus primeros dos esfuerzos sirven de indicadores, el estudio va por buen camino en lo que a los monstruos se refiere. Son los humanos los que siguen sobrando.  

Las clásicas producciones de Toho, el estudio japonés detrás de los mayores clásicos de este género, podían dividirse en dos: las más “serias” que usaban los monstruos como alegorías, manteniéndolos mayormente fuera de la pantalla, y las que simplemente los ponían a “meterse las manos”. El cineasta Gareth Edwards apostó a lo primero con su impresionante Godzilla en el 2014, algo que no agradó a la masa que necesitaba más acción en su cine veraniego. Kong: Skull Island, que estrena hoy en la Isla, parece ser una respuesta directa a esa queja, pues el director Jordan Vogt-Roberts se encarga de ofrecer una robusta cantidad de escapismo de principio a fin, con Kong y sus contrincantes como cartelera principal.

La película arranca con un prólogo en medio de una batalla aérea sobre el Océano Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Dos pilotos –uno estadounidense y otro japonés- se estrellan en una isla y continúan combatiendo mano a mano hasta que una mucho más grande que la de ellos los interrumpe. Décadas más tarde, en 1974, la guerra de Vietnam está concluyendo y un explorador (John Goodman) consigue convencer a un senador de que envíe a un pelotón de soldados a investigar una misteriosa isla. Capitaneados por un belicoso coronel (Samuel L. Jackson), y con un excombatiente británico (Tom Hiddleston) y una fotoperiodista (Brie Larson) en el equipo, todos pronto descubren violentamente los peligros que esconde este pedazo de tierra.

Como verá, el elenco no está falto de estrellas, desde veteranos de la talla de Goodman, Jackson y John C. Reilly, hasta caras más frescas como Hiddleston y Larson. El problema es que los primeros tres parecen estar actuando en una película y los últimos dos en otra totalmente distinta. Jackson y especialmente Reilly están en la película divertida de King Kong, el aliado de la naturaleza y deidad de una pequeña tribu indígena a la que también protege. El personaje de Jackson ve en el enorme simio –mucho más grande que cualquier versión que se ha visto en el cine- la oportunidad de desquitarse de la derrota sufrida en Vietnam, mientras que Reilly le inyecta al filme una necesaria dosis de ligereza y humor que mantiene la atmósfera justo donde debería que estar, entre lo frívolo y lo entretenido.

Hiddleston y Larson, por el contrario, están haciendo aquella película más “seria”, la de las alegorías, aun cuando el libreto y Vogt-Roberts están más preocupado con evocar a Apocalypse Now que con querer hacer algún análisis comparativo entre Kong y Vietnam. El que la trama divida a los personajes en dos grupos solo hace más notable este desbalance tonal, aunque por fortuna los encontronazos con las imponentes bestias que habitan en Skull Island –desde arañas gigantes hasta insectos del tamaño de un tronco- son bastante frecuentes, por lo que la acción nunca está lejos de servir de salvavidas a los dos aburridos protagonistas.

¿Y qué de Kong? Brutal. El largometraje se esmera por rendirle el tributo que merece, ya sea despachando helicópteros con la facilidad que un humano espanta moscas o practicando lucha libre versus bestias prehistóricas, el gigante rara vez se aleja mucho del foco de atención. Este no es el Kong de Peter Jackson, cuya versión del 2005 meramente lo convirtió en un gorila de mayor tamaño, sino un personaje más a tono con las cualidades de los monstruos de Toho, algo que quizás irritará a los puristas del clásico de 1933 de Universal Pictures, pero que encaja perfectamente con esta serie que Warner Bros. aspira construir y que –por lo que se perfila en la escena post créditos- promete satisfará a los fanáticos de este género.