Todo acerca de Lee Daniels’s The Butler grita “¡nomínenme al Oscar!”: sus aires de grandeza, el  elenco repleto de actores de renombre en papeles tan pequeños o inconsecuentes que distraen, el maquillaje fallido que les aplican en un fútil intento por hacerlos ver como las figuras históricas que interpretan, la manera sumamente convencional en la que el director Lee Daniels cuenta esta historia inspirada superficialmente en la vida de un mayordomo negro que sirvió a siete presidentes en la Casa Blanca... y, por supuesto, el nombre de Harvey Weinstein en los créditos.

Esta es una película diseñada de pies a cabeza  para pescar premios y lo único que sorprende es que  no  hayan incluido una canción de Mariah Carey -quien también sale en un papel tan insignificante que si se pestañea se nos escapa- por aquello de aspirar a unos cuantos más. Que vaya a ser nominada o quizá ganarlos, está por verse, aunque no es importante. El filme no es insufrible y cuenta con algunas escenas que funcionan dramáticamente, pero no escapa de ese estigma de mediocridad fácilmente consumible que fascina a la Academia.

Daniels, trabajando con el guión de Danny Strong, estructura la trama como si se tratase de Forrest Gump desde el punto de vista de los afroamericanos, con Forrest Whitaker interpretando al mayordomo Cecil Gaines desde principios del siglo 20 hasta la década pasada. A través de Gaines y el personaje de su hijo (David Oyelowo, quien debió ser el protagonista), el público recibe una clase de historia sobre la lucha por los derechos civiles de los negros como si se tratasen de ítems en Wikipedia, y con la misma profundidad.

Los papeles de actores como Alan Rickman, John Cusack, Robin Williams y Liev Schreiber son tan diminutos que se limitan a imitar a los presidentes que encarnan. Algunos lo hace mejor que otros -entre ellos Jane Fonda como Nancy Raegan, en otra aparición relámpago- pero todas sus interacciones con el pasivo Whitaker –quien no logra impresionar- se sienten didácticas, como los robots en el Hall of Presidents en Walt Disney World, impartiendo enseñanzas al espectador.

No es que los hechos que expone Lee Daniels’s The Butler no sean importantes, lo son, pero Daniels ha demostrado una y otra vez que carece del talento necesario para dirigir un drama que se desarrolle con naturalidad, sin que parezca un sermón. Al igual que en su ridículamente sobreestimada Precious, el cineasta insiste en recalcar el valor de su obra con la sutileza un martillazo a la cabeza.