A veces las ideas más simples son las más efectivas, aquellas que tienen a propiciar la pregunta “¿cómo es que a nadie se le ocurrió hacer eso antes?”.

Tome por ejemplo el cortometraje Lights Out, del director David F. Sandberg. Estrenado en el 2013, su premisa no podría ser más sencilla, inspirada en un temor tan antiguo como la humanidad misma: el miedo la oscuridad, y lo que pudiese esconderse en ella. En el corto, una mujer sale del baño de su apartamento, camina hacia su dormitorio y apaga la luz del pasillo. Al hacerlo, ve una silueta al fondo, pero al volver a encender la luz, esta desaparece. La apaga, la ve; la enciende, no la ve.

Todos hemos visto –o creemos haber visto- cosas en la oscuridad que no están ahí. Sandberg se adueña de este terror universal y hace gran uso de él en poco más de dos minutos, pero ¿qué ocurre cuando se toma un corto y se convierte en un largometraje? La respuesta la podemos ver desde hoy en Lights Out, la primera película de Sandberg en la que demuestra que domina bastante bien las herramientas del género, aun cuando la trama en la que se enmarca su idea original residen sus mayores clichés.

El filme arranca con una secuencia tan efectiva como el corto original. “Paul” (Billy Burke) es un padre de familia que trabaja en una de esos almacenes de ropa repletos de maniquís que se prestan muy bien para este tipo de historia. Al apagar las luces, una extraña figura aparece en la penumbra, silueta que -incluso- aparenta poder controlar la electricidad para provocar la oscuridad que le permite trasladarse con espeluznante velocidad. “Paul” termina siendo la primera víctima de este terrorífico ente que atormenta a una familia cuya madre conoce de dónde proviene.

No hay por qué abundar más en la trama de Lights Out. El libreto de Eric Heisserer sigue al pie de la letra la guía de convencionalismos del género, delineando un origen para la siniestra aparición –de nombre “Diana”- que incluye el trillado manicomio y los traumas infantiles. Explicar por qué un monstruo es cómo es nunca ha funcionado a favor de una película de horror. Basta con ver cómo las secuelas de A Nightmare on Elm Street, Friday the 13th y Halloween para notar cómo sus protagonistas fueron perdiendo su espeluznante misticismo con cada nueva entrega.

Si bien “Diana” quizás no esté destinada a sumarse a las líneas de los mejores personajes del terror, Sandberg consigue impresionar en su debut cinematográfico con un buen manejo de la cámara, construyendo secuencias sin muchas pirotecnias visuales que distraigan de los sobresaltos que provocan. Del mismo modo, el elenco consigue amortiguar las crasas fallas del libreto con actuaciones que evitan caer en los arquetipos. Teresa Palmer, como la rebelde “Rebecca”, no es ni la doncella en peligro ni la valiente guerrera típica del género, sino un personaje balanceado, inteligente y capaz de poner a un lado su egoísmo por el bien de su familia, mientras que Maria Bello -como la trastornada madre- aporta un peso dramático que rara vez se observa en un filme de esta índole.