Hay una muy buena película oculta en Live by Night. Podría haber una excelente, incluso, considerando el talento involucrado en su producción. Quizás existió en una edición más corta, que condensase el exceso de subtramas que abruman esta historia de gángsters en los pantanos de Tampa durante la era de la prohibición en Estados Unidos, o preferiblemente en una versión de tres horas, que le proveyera mayor espacio para respirar a cada uno de los ángulos que se explora en esta arquetípica historia de mafiosos. Como llega hoy a los cines, sin embargo, el cuarto largometraje de Ben Affleck representa su primer traspié como director. 

Clasificarlo como más que un simple tropiezo en lo que hasta ahora había sido una celebrada carrera directoral sería restarle mérito a los aciertos del filme, porque los tiene. La época en la que se desarrolla la trama no es la más original -habiendo figurado en películas de la talla de Once Upon a Time in America y Millers Crossing-, pero el escenario donde mayormente transcurre la acción, sí lo es. La Florida de principios del siglo 20, con la afluencia de inmigrantes latinos y europeos, y cómo estos sacudieron el “paraíso blanco” de los residentes de la zona, particularmente a los miembros del Ku Klux Klan, provee un matiz fresco a esta trama de gángsters promedio.

Affleck vuelve a adaptar una novela de Dennis Lehane, el autor de Gone Baby Gone, cuya versión cinematográfica marcó la incursión de Affleck en la dirección. Diez años después de su estreno, esta continúa siendo su mejor película, y parte de eso quizá se deba a que fue la única que él no protagonizó, porque si hay algo que el cineasta aún no ha aprendido, es que sus dotes fílmicos yacen detrás de las cámaras, no delante de ellas. Su hermano, Casey Affleck, es el actor de la familia. El desempeño de Ben depende mucho del material. Pónganlo en algo como Gone Girl, que requiere de su estoicismo natural, y es capaz de brillar, pero cuando de carisma se trata, pues digamos que existen muy buenos actores allá fuera que no son él.

Mientras en The Town y Argo esta debilidad no era tan notable porque su personaje no era el foco de atención, en Live by Night no ocurre lo mismo. Affleck interpreta a “Joe Coughlin”, un exsoldado irlandés que se traslada a Tampa como empleado de la mafia italiana para sacar a sus compatriotas del negocio de tráfico de alcohol. O al menos ese es el argumento inicial, pues al llegar ahí su motivación original –vengar la muerte de su novia que era la amante del jefe de la mafia irlandesa– pasa a un segundo o tercer plano.

El guión deambula de un hilo narrativo a otro, introduciendo personajes como el de Zoe Saldaña –que no compone más que ser el exótico interés amoroso– o hilos narrativos, como el conflicto con el Klan, que desvían la historia de su objetivo inicial. En una película de mayor duración no habría problema con estas derivaciones, pero en este corte de 128 minutos, cuando en el último acto se retoma la vieja rencilla, cuesta trabajo recordar por qué esta existe.

Dicho eso, el desenlace exhibe las mayores proezas de Affleck como director mediante la filmación de un tiroteo que expone su estupendo manejo de la cámara y la manera como enmarca la acción dentro del recuadro. Es una lástima que la extensa coda dependa tanto de conexiones emocionales que nunca se establecieron sólidamente, y que Affleck vuelva a recurrir a una narración para proveer el contexto que no pudo expresar de alguna otra forma en su guión. Sin embargo, si Live by Night termina siendo su trabajo más desnivelado como director –y las críticas así lo han señalado-, posiblemente algo bueno saldrá de ello. Ojalá lo lleve a reconsiderar su rol protagónico.