Independientemente de lo que el material publicitario de Suicide Squad pueda indicar, la gran Viola Davis es dueña y señora de esta mega producción veraniega. No Margot Robbie, como “Harley Quinn”; tampoco Will Smith, como “Deadshot”; y mucho menos Jared Leto, como el “Joker”. Ninguno de los famosos y no tan famosos villanos que protagonizan esta adaptación de DC Comics puede igualar la interpretación de Davis como “Amanda Waller”, la fundadora y cabecilla de este grupo de delincuentes organizado en el clandestinaje por el gobierno para combatir el “sucio difícil”. Como “Waller”, Davis los lleva a todos a la escuelita, les da clases de villanía y les enseña lo que es ser una verdadera “HP”. 

Desde que aparece en cámara en los primeros minutos de esta película escrita y dirigida por David Ayer, la excelentísima actriz ejerce un dominio absoluto sobre ella, presentándonos a través de una narración el récord criminal de los malhechores que “Waller” ha seleccionado para formar el “Task Force X”, extraoficialmente conocido como el “Suicide Squad”. En uno de los mejores y más acertados chistes de esta cinta -que aspira a mostrar una cara más relajada del hasta ahora oscuro y maltrecho universo cinematográfico de DC- su personaje es presentado como “la voz de Dios”, y la descripción no podría ser más apta. Davis hace de tripas (el libreto) corazones, dándole vida a esa fuerza antagonista que ha escaseado en la inmensa mayoría de los blockbusters de los últimos años, incluido, lamentablemente, este.

Si bien “Waller” es la rival que este grupo de criminales necesita, desafortunadamente no es la que Ayer coloca en su camino. La primera misión del “Suicide Squad” abarca la duración total del largometraje, y la misma es una gran decepción –principalmente- porque lo que hay al final del recorrido nocturno por indistinguibles avenidas y rascacielos –luchando contra genéricos monstruos tuberculosos- es el peor villano que se ha visto en una película de superhéroes contemporánea, comparable a uno de esos muñecos inflables que colocan frente a los concesionarios de autos y sacude los brazos por el aire de un abanico. Decir más sería dañar quizás lo único que no han revelado los tráilers, pero sepa que es patéticamente risible y –para colmo- tiene un secuaz igual de desechable.


Cuando la rudimentaria dirección de la acción no consigue elevar el pulso –algo que sorprende de Ayer, al esta ser su mayor fortaleza- y la trama no logra cautivar ante la pobreza de su argumento, lo que resta es disfrutar de los contados aciertos que logran escapar de entre la mediocridad, la mayoría circunscritos al elenco. A la vanguardia de este se encuentra Smith como “Deadshot”, un letal asesino con un corazón de oro, porque este es Will “Carisma” Smith, y sus personajes tienen que tener cualidades redimibles aun interpretando a un desalmado matón. El humor siempre ha sido un don natural del actor, y hace gran uso de él para ganarse al público en los dispersos momentos en los que se le permite brillar.

También está Margot Robbie, como “Harley Quinn”, quien, sí, definitivamente se parece mucho a las múltiples versiones que se ha visto en distintos medios por las pasadas dos décadas, pero la semejanza estética no es suficiente. Robbie trae mucha energía al rol y se gana uno que otro momento cómico, pero en pantalla el personaje se limita la mayoría del tiempo a expresar una que otra línea corta, sonreír y romper cosas. "Harley" siempre ha sido un sidekick glorificado, la psicópata novia del “Joker” que está ahí para ser víctima de sus abusos tanto físicos como emocionales. Y hablando del “Joker”, la presencia de este es tan mínima que apenas amerita mención. Si se suman todas sus escenas, Leto aparece poco más de cinco minutos, y su interpretación del clásico villano es algo así como ver a Marilyn Manson disfrazado de rapero “gangsta” imitando a James Cagney.  

Quizás la mayor falla del largometraje es que las diferentes piezas que componen el equipo nunca consiguen engranar entre sí. Con excepción de “Deadshot”, “Harley” y –siendo condescendiente- “El Diablo”, encarnado por Jay Hernández como el estereotipado chicano pandillero, el resto de los integrantes no contribuyen nada. Fury y Sabotage no serán buenas películas, pero en ellas Ayer logró reunir un grupo de personajes que se distinguían y trabajaban en conjunto en sus respectivas misiones, por lo que aquí –según se ha reportadoen los medios- todo apunta a que este fue otro de esos frustrantes casos en los que el estudio se entromete demasiado en la producción y termina con algo diseñado por un comité de ejecutivos, en lugar de la visión de un artista.

Lejos de ser un desastre –aun con todas sus fallas, el aburrimiento nunca se asienta-, Suicide Squad es otra oportunidad desaprovechada en este universo de DC que pisa y no arranca.