Los espectáculos de efectos especiales que se ven en el cine moderno de alto presupuesto dejaron de ser una novedad hace ya unos años. Raro es el mes en el que no estrena una película que venga ataviada con lo último en la tecnología computarizada, desplegando fantásticas creaciones digitales que dan vida en pantalla a lo imposible o lo extremadamente complejo de realizar por las técnicas tradicionales. El producto de esto es que cada vez resulta más difícil dejar una mayor impresión en una audiencia para la que este tipo de nivel de calidad se ha convertido en uso y costumbre en sus salidas al cine.

Sin embargo, de vez en cuando nos encontramos con algo como The Matrix, Avatar, Gravity o el estreno de hoy, The Jungle Book, filme que si bien no propicia un enorme avance en términos de innovación como los anteriormente mencionados, no deja de ser un asombroso ejemplo de cómo la combinación de la tecnología y el arte cinematográfico aún retienen la capacidad de dislocar quijadas entre el público. Son muy pocas las películas que merecen ser vistas en tres dimensiones, pero esta es una que prácticamente lo requiere para poder apreciar al máximo sus virtudes.

La nueva adaptación de la obra literaria de Rudyard Kipling por parte de Disney continúa la práctica que el estudio ha seguido en los últimos años de rehacer sus tesoros animados con actores de carne y hueso, aunque en este caso, solo hay uno. El argumento toma varios de los cuentos de Kipling para formar una sola narrativa acerca del huérfano “Mowgli” –interpretado por el novato Neel Sethi, quien parece ser la encarnación de la caricatura original de 1967- y cómo este ha aprendido a vivir en la jungla tras ser criado por una manada de lobos y la sabia pantera Bagheera (Ben Kingsley). El libreto de Justin Marks se mantiene bastante fiel –demasiado, quizás- al clásico de Disney, confrontando al niño con el imponente tigre “Shere Khan”, quien desea verlo muerto por considerarlo una amenaza para la vida de la naturaleza y los animales.

El desdén de “Shere Khan” –interpretado vocalmente por el británico Idris Elba con un timbre de voz seguramente pondrá a temblar a los espectadores más pequeños- obliga a “Mowgli” a huir, dando paso a una serie de encuentros con otras criaturas de la selva que le dan una estructura episódica a la película. Algunos de estos son más memorables que otros, resultando en un ritmo disparejo que por suerte nunca deja caer del todo la buena vibra de la producción. Entre ellos sobresale el junte de “Mowgli” con el oso “Baloo”, a quien Bill Murray da vida a través de su relajada voz que no podría ser más ideal para entonar un tema como “Bare Necessities”, y el enfrentamiento del menor con el gigantesco orangután “King Louie”, que evoca al encuentro con el coronel “Kurtz” en Apocalypse Now.

Hablando de canciones, las dos que se incluyen son quizás el único traspié que da el filme, precisamente por lo fuera de lugar que se sienten dentro de una producción cuyo norte es convencer con su realismo. El director Jon Favreu (Iron Man, Chef) y los fabulosos hechiceros de efectos especiales del estudio WETA (The Lord of the Rings, Rise of the Planet of the Apes) se encargan de hacer de The Jungle Book una experiencia en la que se nos permite creer que estos animales están hablando entre sí, esto gracias a las increíbles criaturas digitales que parecen ser la evolución del tigre de Life of Pi.

El nivel de verosimilitud es tal que podría incluso asustar a los niños entre el público, pero no deje que este detalle lo disuada de llevarlos a ver el mejor estreno familiar de la temporada. The Jungle Book aborda temas maduros a través de la diversión, pero nunca está de más introducir algo de seriedad en el entretenimiento infantil, algo que el mismo Walt Disney siempre hizo durante la época dorada del estudio.