A pesar de la apatía que pueda provocar los constantes refritos cinematográficos, la realidad es que existen historias que merecen ser recontadas en la pantalla grande, especialmente cuando estas han probado su versatilidad a través de distintos géneros y medios. La clásica Seven Samurai (1954), del maestro japonés Akira Kurosawa, ha sido rehecha como un western (The Magnificent Seven, 1960), un olvidable filme de ciencia ficción (Battle Beyond the Stars, 1980), una subvalorada comedia ochentosa (¡Three Amigos!, 1986) y hasta como una película familiar de Pixar (A Bug’s Life, 1998), por lo que no debe sorprender que esta aventura regrese hoy a los cines con capota nueva. 

Bueno, no tan nueva. Eso quizá sea lo primordial que se le podría achacar al estreno The Magnificent Seven del cineasta Antoine Fuqua, el hecho de que haya optado por rehacer esta historia como un filme de vaqueros, algo que ya había hecho John Sturges 56 años atrás. El toque moderno llega mediante el guión de Nic Pizzolatto, que intenta darle ciertos matices a la trama que evocan el contexto sociopolítico actual estadounidense -como la intolerancia racial y el abuso del poder capitalista que ha estado más pronunciado en los últimos años-, y un reparto mucho más inclusivo étnicamente. Por lo demás, la historia es esencialmente la misma, y trabaja tan bien como siempre.

Al igual que en la obra maestra de Kurosawa, el argumento se enfoca en los siete héroes –en esta caso, pistoleros en lugar de samuráis- que aceptan defender un pequeño pueblo habitado por campesinos de un grupo de bandidos que atentan contra su supervivencia. Liderados por el despiadado magnate “Bartholomew Bogue” -Peter Sarsgaard, quien da destellos del gran villano que pudo haber sido de haber contado con mayor tiempo en pantalla-, los criminales amenazan con quitarles a todos sus tierras, por lo que los agricultores recolectan el poco dinero que tienen para contratar vaqueros que los ayuden a proteger sus hogares.

Es así como dan con los siete héroes que figuran en el título, y suele ser en este departamento donde los remakes de Seven Samurai viven o mueren. Afortunadamente, Fuqua cuenta con un sólido reparto capitaneado por el caza recompensas “Sam Chilsom”, interpretado por Denzel Washington, quien no es el vórtice de atención que suele ser en el cine. Al tratarse de una pieza de elenco, Washington ofrece una actuación más discreta que brilla con mayor resplandor cuando interactúa con sus compañeros.

Con excepción de Martin Sensmeir, como el comanche “Red Harvest”, al que no le dan mucho para hacer y menos para decir, los otros cinco magníficos sobresalen a través de sus respectivas idiosincrasias. Ethan Hawke y Byung-hun Lee forman tremendo binomio como el francotirador “Goodnight Robicheaux” (un aplauso por el excelente nombre para un pistolero, por favor) y el experto en navajas “Billy Rocks”; Chris Pratt impresiona como el arquetípico héroe carismático que continúa perfeccionando; Manuel García-Rulfo se ve limitado por el papel del “mexicano del grupo”, pero logra hacer reír; mientras que Vincent D’Onofrio… la verdad es que no es fácil describir lo que hace, pero no sorprendería que se haya inspirado en el bufón de Toshiro Mifune de la cinta original.

Los actores hacen la película, y Fuqua se encarga de que se vean bien tanto en las escenas más calladas como en la explosiva batalla final, competentemente dirigida sin que nada realmente salte a la vista. “Funcional” sería la palabra adecuada para describir la dirección, como suele ser la norma con este cineasta. En el camino los campesinos quedan relegados a un segundo plano, por lo que las emociones del espectador no están tan invertidas en su porvenir, y el libreto carece de la profundidad temática como para que la experiencia perdure más allá de los créditos. Sin embargo, como oferta de acción en esta temporada de transición del cine veraniego a las “prestigiosas” producciones del otoño, The Magnificent Seven cumple con su propósito.